+ Mons. D. Ángel Fernández Collado
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23 de abril de 2021
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]M[/fusion_dropcap]uy estimados Sr. Rector del Seminario, Sr. Delegado Diocesano de Pastoral Vocacional, Sr. Vicario General y Vicarios Episcopales. Queridos sacerdotes, párrocos de los candidatos, y otros sacerdotes muy cercanos a ellos, seminaristas, familiares, paisanos y amigos. Estimados Alejandro y Saúl. Expreso mi alegría, que es la vuestra, al poder conferiros en esta mañana en la Catedral, el ministerio de Acólitos. Un paso más en vuestro seguimiento al Señor que os llamó un día para ser sus sacerdotes, Sacerdotes de Jesucristo con quién día a día os tenéis que ir configurando más y más.
El que permanece en mí y yo en él, da fruto abundante” (Jn 15,1-8). Estamos llamados a permanecer unidos a Cristo para dar fruto; como el sarmiento a la cepa. Dar fruto es, ante todo, amar: con un amor pleno, el mismo Amor de Dios. Sabemos que no es fácil, que nuestra fragilidad convive con nosotros, pero también sabemos que Dios se cuela a través de nuestras debilidades para recordarnos que somos suyos, que dependemos de Él, que nos ha creado en Amor para ser Amor. Pido para vosotros en mi oración de esta mañana, queridos Alejandro y Saúl, esta gracia: permanecer en Él, y Él en vosotros, de manera que podáis estar siempre enganchados a Cristo, a su lado, e identificados con Él.
Saúl y Alejandro, habéis sido elegidos por Cristo y llamados. Nos lo recuerda el evangelista San Marcos: Jesús, “Llamó a los que quiso, vinieron a Él, y designó a doce para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar” (Mc 3, 13-14). Vosotros os estáis preparando con la meta puesta en el sacerdocio y con el deseo de identificaros con el Evangelio de Jesús y con el misterio y misión de su Iglesia, para ser signos visibles de Jesucristo Buen Pastor, “ungido y enviado” (Lc 4, 18), dispuestos a entregar vuestras vidas como sacerdotes al servicio de la Iglesia y de los hombres vuestros hermanos.
Vais a ser instituidos como Acólitos. ¿Cuál será vuestra misión en los próximos meses? (Ritual). “A vosotros se os confía la misión de ayudar a los presbíteros y diáconos en su ministerio, y distribuir como ministros extraordinarios la Sagrada Comunión a los fieles en la Eucaristía, y también llevarla a los enfermos. Por vuestra dedicación especial al ministerio eucarístico, debéis vivir más intensamente del sacrificio del Señor, y procurar identificaros más plenamente con él. Procurad, pues, ir captando el sentido íntimo y espiritual de las acciones que realizáis, de manera que cada día os ofrezcáis vosotros mismos al Señor como sacrificio espiritual que Dios acepta por Jesucristo”.
El seguimiento de Cristo os vincula indisolublemente a Él, no sólo para participar un día no muy lejano en su ser o en su “unción”, sino también para prolongar su “misión” y para adentraros en su amor redentor. La llamada que recibisteis un día del Señor no sólo os sostiene y os prepara para las dificultades, según las palabras del Señor: “Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en las pruebas” (Lc 22, 28), sino que además conlleva una gozosa participación en la amistad e intimidad de Cristo: “Vosotros sois mis amigos” (Jn 15, 14). En la vivencia de esta amistad consiste precisamente el secreto de la misión: “Vosotros daréis testimonio, porque habéis estado conmigo desde el principio” (Ibíd., 15, 27). Mis palabras quieren ser en esta mañana un nuevo aliento a continuar con generosa entrega el camino de vuestra preparación al sacerdocio. Dedicaos intensamente a vuestra formación humana, espiritual, teológica y pastoral.
El Papa Francisco ha declarado este año 2021 Año de San José, y nos ha regalado una preciosa Carta Apostólica: “Patris corde”, “Con corazón de padre”, con motivo del 150 aniversario de la declaración de San José como patrono de la Iglesia universal. San José y el Seminario van íntimamente unidos. Patrón del Seminario y de los seminaristas. Por ello me parece oportuno recordarlo y recordarle en esta Eucaristía. El Papa nos habla de san José como Padre amado, Padre en la ternura, Padre en la obediencia, Padre en la acogida, Padre de la valentía creativa, Padre trabajador, Padre en la sombra.
San Mateo describe a san José como un hombre justo, deseoso de amar a Dios y hacerlo amar. Su discreción es extrema, como su amor y delicadeza hacia María y Jesús. Como a san José, Dios elige, desde toda la eternidad, a aquellos que quiere constituir sacerdotes. En la sencillez doméstica de Nazaret san José aprendió de Jesús y de María a cumplir la voluntad del Padre, siendo fiel custodio de los primeros misterios de la salvación de los hombres.
San José, aparte de otros muchos patronatos, es el patrón de los Seminarios y de los seminaristas. El cuidó de la Sagrada Familia en el hogar de Nazaret, ese lugar oculto en el que nuestro Salvador, estando sujeto a José y María, fue «creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2, 52). Cada Seminario, a semejanza del hogar de Nazaret, quiere ser ese lugar donde se cuida y hace crecer un gran regalo divino: la vocación al Sacerdocio. Tarea suya es custodiar y cultivar las vocaciones, para que den frutos maduros como sacerdotes de Jesucristo.
La Iglesia mira a san José como “Padre y formador” de futuros sacerdotes. Sin quitar protagonismo al Espíritu Santo, ni a la Virgen María, podríamos decir que san José, como padre encargado de la educación de su hijo, fue «el primer formador” de un seminario. Por ello, aquel que cuidó y forjó las manos y la persona de Jesús es también padre de los seminaristas, de aquellos que han recibido la llamada a configurar su vida con Cristo en el sacerdocio.
Él, que guardó y protegió a Jesús en sus primeros años de vida en la tierra, guarda y custodia igualmente la vida y la vocación de aquellos que se ponen en manos de Dios, a través de la Iglesia, para ser configurados por Él, a imagen de Cristo Sacerdote y Buen Pastor.
San José pasó por la vida sin hacer mucho ruido, muy discretamente, pero con un papel fundamental para el desarrollo del plan salvador de Dios: su actitud de escucha a Dios y de disponibilidad ante Él servirán para que los primeros años de la vida terrena de Jesús se desarrollen según el designio de Dios. San José será un instrumento de Dios y un canal por el que la gracia, en Cristo, llegue adecuadamente a la humanidad, en colaboración con María.
San José, con su comportamiento tan discreto, favoreció que fuese Dios el verdaderamente importante, convirtiéndose él, en el custodio de los planes de Dios, al mismo tiempo que guardaba y custodiaba a la Sagrada Familia de Nazaret. San José era consciente de que aquellos a los que protegía no le pertenecían como algo propio, sino que su misión era guardarlos y protegerlos en su nombre.
San José es modelo de discipulado. Supo escuchar a Dios y fiarse de su palabra (Rom 4, 18). Se fió y puso en práctica cuanto Dios le pedía (Mt 1, 24). El hogar de Nazaret se convirtió para María y José en una verdadera escuela discipular. Eso es el Seminario, del que José es custodio. Una escuela de verdaderos discípulos, donde se escucha cada día al Maestro, para conformar el propio corazón, la voluntad e inteligencia con Cristo Pastor. Este discipulado, que se inicia aquí, no tiene fin, es permanente. Solo el que no deja de ser discípulo puede ser un auténtico maestro.
Pedimos al Señor que suscite muchas y santas vocaciones entre los jóvenes a la vida sacerdotal y religiosa en nuestra diócesis de Albacete; también, que se inicie el “Seminario en familia”, y que derrame su gracias abundantes sobre todos aquellos que han dicho “sí” a la llamada de Dios, sirviendo a los hermanos desde el ministerio sacerdotal. Rezamos por nuestros seminaristas actuales: José Juan, Alejandro, Saúl, y Erick, y por todos aquellos jóvenes a quienes el Señor está llamando a servir a los demás y a la Iglesia como sacerdotes de Jesucristo.