Manuel de Diego Martín
|
26 de septiembre de 2009
|
190
Visitas: 190
Este año celebramos un año sacerdotal. El Papa Benedicto con motivo de los ciento cincuenta años de la muerte del santo Cura de Ars, ha declarado este año como año santo jubilar. El fin que busca el papa es que todos fieles y sacerdotes lleguemos a comprender y agradecer a Cristo el gran don del sacerdocio. También que los curas lleguemos vivir el sacerdocio con la radicalidad ejemplar de S. Juan Maria Vianney.
Cada año en estos últimos días de septiembre los curas de la diócesis tenemos una convivencia de tres días para preparar el año pastoral. Este año hemos reflexionado, con la ayuda de expertos que han venido de fuera, de cómo organizar mejor las parroquias, los arciprestazgos, las zonas creando las llamadas “unidades pastorales” para atender mejor a los fieles. La triste realidad en que vivimos es que cada vez los curas somos menos y más viejos. Por otro lado los campos de trabajo son los mismos, y tal vez más difíciles.
La mañana del tercer día, como es costumbre, lo dedicamos a un retiro espiritual. Momento de oración y silencio. Este año fue el Sr. Obispo el encargado de darnos una espléndida meditación, naturalmente sobre la figura del sacerdocio. Hizo D. Ciriaco un detallado repaso a los datos bíblicos, los del Concilio, hasta los documentos de los últimos papas sobre el sacerdocio. Después llego el momento en que los sacerdotes que celebraban sus bodas de oro y plata dieron su testimonio de lo que habían sido sus cincuenta o veinticinco años de curas. Después llegó la Eucaristía concelebrada por casi todos los sacerdotes de la diócesis. Rodeaban el altar junto al Obispo todos los que celebraban sus bodas de oro y plata. Y terminamos la mañana con una fraternal comida en la Residencia sacerdotal.
Me impresionaron sobre todo los testimonios de los cinco sacerdotes que celebraban sus bodas de oro: Secundino, Gerardo, Manuel, Victoriano y Francisco. Cincuenta años en el tajo. Tres de ellos siguen al frente de grandes parroquias, y tan contentos de seguir en la brecha. Mientras muchos sueñan con la jubilación anticipada, estos sacerdotes son felices sabiendo que lo suyo es una jubilación retardada. Como ellos confesaban, mientras puedan están dispuestos a seguir en la parcela que el Sr. Obispo les confíe.
Enhorabuena, hermanos curas. Estos días en que los jugadores de baloncesto muestran orgullosos sus medallas de oro bien merecidas, yo también pido para vosotros una medalla. Una medalla por esos cincuenta años en la brecha y porque estáis dispuestos a darlo todo mientas os mantengáis de pie. Además, los curas tenemos la suerte, de que aunque los pies ya no nos tengan, el corazón sigue vivo para seguir fieles al amor a Dios y a los hermanos. Enhorabuena, amigos.