José Joaquín Tárraga Torres
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12 de mayo de 2024
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Jesús ha cumplido con su misión. Ha terminado su camino entre nosotros. Es momento de subir al Padre. Y sube porque antes bajó, se hizo hombre. Jesús se abaja muchas veces y nos enseña que ese es el camino. Lava los pies a sus discípulos, se hace pobre entre los pobres, le despojan de sus vestiduras, desciende a los infiernos, … Ahora toca subir. Subir al Padre. “Me voy a prepararos sitio”, nos dice.
Pero antes de marcharse, no nos deja solos. Nos promete que enviará su Espíritu Santo. Es la promesa del Espíritu que no nos deja solos, que acompaña. Es el Espíritu el que nos dará la fuerza para seguir creyendo y esperando. En un mundo donde cada día vivimos más aislados, Jesús promete la compañía, la fortaleza, la ayuda de un Dios con nosotros.
Jesús antes de marchar deja deberes. Nos pide que hagamos algo. Que vayamos por todo el mundo a predicar una Buena Noticia, el Evangelio. Y promete que a nuestra predicación le va a acompañar unos signos. Serán los signos de la resurrección, los signos de un Dios que sigue caminando a nuestro lado. Los signos será la respuesta de una predicación en su nombre.
Jesús promete arrojar demonios en su nombre, hablar lenguas nuevas, coger serpientes en las manos, y si bebemos un veneno mortal, no nos hará daño; imponer las manos a los enfermos y éstos quedar sanos. Sin duda alguna, signos que nos hablan de una vida nueva, una vida que nos habla de eternidad. Esa es la promesa de Jesús: la vida nueva y eterna, la vuelta al paraíso.
Vivamos nuestra vida transformados y transmitamos ya la novedad de Jesús. Nuestro encuentro con Jesús, saber de su vida y de su mensaje nos cambia la vida y la forma de entenderlo todo. No vivamos con lenguajes arcaicos y trasnochados la primicia del Evangelio. Salgamos con ilusión y renovadas fuerzas a proclamar la propuesta de Jesús. Tenemos la fuerza del Espíritu. Contamos con la seguridad de la resurrección.
José Joaquín Tárraga Torres
Delegado M.C.S.