Manuel de Diego Martín
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6 de febrero de 2010
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Recuerdo de chico que cuando llegaba el sorteo de los quintos y alguno del pueblo tenía que irse a África, aquello se veía como una desgracia que le caía a la familia y para el muchacho el susto en el cuerpo de tener que hacer la mili tan lejos de su tierra. Luego, tal vez, lo pasaba mejor que sus compañeros que tenían que hacer el servicio militar en la Península. Pero él no sabía lo que le esperaba y el miedo, como dicen, siempre es libre.
El otro día me encontré con una religiosa de Albacete, Mercedaria de la Caridad, que en la actualidad trabaja como enfermera en el Hospital del Perpetuo Socorro, cuyo nombre es Mari Carmen Fuentes. La veo más contenta que unas pascuas y le falta tiempo para decirme llena de alegría “me voy a Haití”. La Congregación nos envía a unas cuantas para aquel país y yo he tenido la suerte de que se hayan acordado de mí.
¡Qué grandeza de espíritu refleja un alma que está dispuesta a dejar todo para meterse en ese infierno de desolación y de ruina en el que está sumido ahora Haití! Esta religiosa, el hecho de poder marchar a esta misión precisamente en esta hora trágica, lo está viviendo como un verdadero regalo.
No debe extrañarnos esto demasiado ya que se trata de la lógica de un alma consagrada. El martes pasado, día de la Candelaria, celebrábamos “El Día Mundial de la Vida Consagrada”. ¿Qué se entiende por un consagrado? Pues aquel que ha hecho una entrega total de su vida a Dios, a través de los tres votos de pobreza, obediencia y castidad.
Una religiosa que ha hecho voto de pobreza, comprende muy bien que esta entrega le lleva a desprenderse de su sueldo, de su trabajo, de sus compañeras, de su comunidad, de su familia, de su tierra, de todo lo que sea necesario para llegar a dar y darse a los más desheredados de la tierra.
Una religiosa que ha hecho voto de obediencia, sabe que quien manda en su vida es la voz de su Señor que le dice: “te necesito ahí entre los pobres de Haití”. Ante esta llamada tan clara, nadie puede hacerse sordo. La respuesta gozosa es, pues aquí me tienes.
Una religiosa que ha hecho voto de castidad, sabe que su corazón está libre y abierto para dar amor a todos aquellos que más lo necesiten. Sabe esta religiosa la multitud de corazones que allá quedan desgarrados: niños huérfanos, ancianos abandonados, infinidad de gentes que necesitan mucho, muchísimo, de su ternura, de su cariño y amor.
No es extraño que Mari Carmen esté más contenta que unas pascuas por haber sido destinada a Haití. Parece que le hubiera tocado la lotería. Efectivamente, la lotería le tocó el día que hizo su consagración a Jesucristo. Todo lo demás viene como consecuencia lógica de todo aquello.