Juan José Fernández
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13 de abril de 2025
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Hay una serie de estereotipos que socialmente tenemos grabados y que es difícil sacar de nuestro pensamiento. Pongamos algunos ejemplos: que Job fue muy paciente, que Adán se comió una manzana o que a Jonás se lo tragó una ballena. Hoy damos el pistoletazo de salida a la Semana Santa y, aunque Job no sea uno de los personajes centrales, nos puede enseñar mucho sobre el sentido de lo que celebramos.
A mis alumnos siempre les digo lo mismo: hay que acudir a las fuentes. ¿Cuántos de vosotros habéis leído el libro de Job? Y aunque no puedo veros, me da que pocos.
Sin embargo, ¿cuántos habéis dicho alguna vez: “tiene más paciencia que Job”?
Voy a contaros algunas cosas para que, si os animáis a leer el libro de Job, estas claves os sirvan para comprenderlo mejor.
Todos, en alguna ocasión, nos hemos preguntado por qué existe el mal, qué lo causa, por qué a unos les va bien y a otros les llega la desgracia. Esta cuestión preocupó durante mucho tiempo al pueblo judío. Ellos, que no creían en la resurrección, no acababan de explicarse por qué unos enfermaban y otros no, por qué unos prosperaban y otros no. Lo único que se les ocurrió es que Dios premiaba y castigaba según sus actos. El problema surgía ante personas buenas y justas que no eran bendecidas. En un nuevo intento por explicarlo, se les ocurrió echarle la culpa a los antepasados, y para que no hubiera duda, se podía llegar hasta cuatro generaciones. Alguno sería culpable.
El libro de Job trata sobre esto: un buen hombre que lo pierde todo. Y no es cierto que sea paciente porque sí, sino porque, cuando uno lo pierde todo, no queda otra que esperar. Y no es cierto que se conformara con su suerte. Si leéis el libro, veréis todos los improperios que lanza contra Dios. Lo que sucede es que la vida no es una foto fija. La vida es un conjunto de momentos que, como decimos en el compromiso matrimonial, se compone de “alegrías y penas”, de “salud y enfermedad, todos los días de nuestra vida”. Para comprender esto, tenemos que mirar con perspectiva.
El mal, la enfermedad, el sufrimiento, la muerte… son una pequeña parte de la existencia, aunque, cuando pasamos por ellas parece que no haya más. Y nos encontraremos con ellos no porque Dios premie o castigue. Nosotros lo comprendimos gracias a Jesús y sus encuentros con Magdalena, Zaqueo, Nicodemo…