+ Mons. D. Ángel Fernández Collado

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23 de marzo de 2019

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Nuestro encuentro litúrgico y gozoso de hoy es para celebrar la Fiesta de Nª Sª de la Encarnación, Patrona y Señora de Tobarra, junto con su Patrón el Stmo. Cristo de la Antigua. Recordamos el momento en que el arcángel San Gabriel, en nombre de Dios-Padre, anunció a María el deseo divino de que fuese la Madre de Jesucristo, del Hijo de Dios hecho hombre, concebido de forma virginal por obra del Espíritu Santo. El arcángel transmite a María, después de su aceptación, el acontecimiento gozoso de su próxima maternidad pues, sin dejar de ser virgen, por obra del Espíritu Santo, recibiría en su seno a Jesús, al Hijo de Dios, que nacería en Belén de Judá. Es el momento en que María dice sí a Dios aceptando su voluntad: “Aquí está la sierva del Señor. Hágase en mí según tu palabra”. Y, con esta respuesta, el Hijo de Dios, el Verbo divino, la persona de Jesús, toma carne humana en el vientre de María.

1.- María, modelo de respuesta confiada en Dios

He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”. El Sí de María hace posible el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Por eso, podemos decir que la vida de María se encuentra resumida en un Si permanente a Dios. A partir de él su vida adquiere sentido y forma. Este sí central y único es así mismo el que le acompañará en cada instante de su existencia, de su vida. Este sí da sentido pleno a cada movimiento, a cada oración de la Madre del Señor.

Toda la vida de María, incluso antes de su encuentro con el Ángel, estaba ya iluminada por la luz de su futuro SI a Dios. Durante toda su infancia la gracia divina la fue preparando para aquello para lo cual fue elegida: para ser la Madre de Dios. Por eso en su concepción es preservada del pecado original. En virtud de este acto fue llamada por Dios a la existencia y se le concedieron todos sus privilegios. 

El sí de María es expresión de su humildad y de su entrega personal y confiada al plan de Dios y, a la vez, fuerza y gracia divina por parte de Dios para ayudarla cumplir la misión que la encomendaba, ser la Madre de Dios. María escucha la llamada de Dios y se pone a su disposición con una entrega total. María es consciente de su pequeñez humana pero, a la vez, es consciente de la fuerza poderosa de Dios, de la gracia de Dios, con la que va a contar siempre para llevar adelante su tarea, ser la Madre de Dios. Consciente de ello se deja modelar según el plan de Dios. Entiende que la debilidad humana queda siempre fortalecida con la fuerza de Dios, si lo dejamos actuar en nosotros.

2.- María, modelo de disponibilidad

Al decir sí a Dios, María renuncia a sí misma, se anula para que sea únicamente Dios el que habite en ella y sea El quien le de la fuerza que necesite para cumplir la misión de ser la Madre de Dios. Por ello, somete a su Voluntad y a su acción su persona y todas las posibilidades de su ser. Decide dejar que sea solo Dios el que actúe en ella, y precisamente por eso coopera plenamente con Dios. Porque la cooperación en las obras de la gracia es siempre fruto de una renuncia. Toda renuncia vivida en el amor es fecunda porque deja sitio para la acción de Dios y él está siempre esperando el consentimiento del hombre para mostrarle de lo que puede ser capaz, cuando Dios está con él y se deja guiar y modelar por él.

Nadie como María ha renunciado con tanta generosidad, olvidándose de lo propio para dejar actuar sólo a Dios; por eso a nadie como a ella Dios la ha concedido tanto poder de cooperación.

María no solamente quiere lo que Dios quiere, sino que le confía su sí para que El lo de forma y lo transforme. Su sí excluye cualquier deseo propio, cualquier preferencia o exigencia por su parte. Es Dios debe administrar su sí. María no exige garantías ni manifiesta reservas. Sabe que su papel es el de la “sierva” humilde que acepta siempre lo que se le pide y nunca busca realizar sus propios proyectos. Ella deja que sea Dios el que actúe y quién configure toda su existencia.

3.- María, modelo de entrega

María, con su sí a la voluntad de Dios, se pone generosamente en manos de Dios para que sea El quien configure vida. Se entrega totalmente en las manos de Dios. Su sí tiene por tanto la forma de un voto. Pues el voto es una sumisión definitiva de la libertad humana a lo que Dios quiera decidir. A él queda sometida nuestra libertad y nuestra vida. Es a El a quien le damos la posibilidad de utilizar y transformar a su gusto nuestras personas y obras. En la total entrega de María a Dios están también incluidas la pobreza, la castidad y la obediencia, como signos de su donación total, de su entrega incondicional a la voluntad de Dios Padre.      

4.- María, modelo de fe, de creyente

La entrega total de María a Dios, la proximidad de Dios en su vida, hace que viva en plenitud la vida cristiana. María expresa su sí a Dios porque eso era lo que Dios esperaba de ella. Y lo hace sin tener una visión completa  de lo que se esperaba de ella. Cuando dijo su sí a Dios, se arrojó en la inmensa totalidad de Dios, sin querer saber o comprender ningún detalle. “Hágase en mi según tu palabra”. María acepta que sea así, como Dios quiere.

De este modo María se convierte en cristiana, se fía de Dios, se pone en sus manos como un criatura en manos del creador. Hasta entonces, creía en Dios como las mujeres piadosas de su pueblo y esperaba, también como ellas, la venida del Mesías prometido. Pero en modo alguno sospechaba que el Mesías podría serle regalado como expresión consecuente de su fe. Podemos decir que es la primera creyente cristiana, la portadora por excelencia de la fe cristiana. “Dichosa tú que has creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”, le dirá su prima santa Isabel cuando fue a visitarla. Por ello, María concibe a Jesús antes en la fe que en su seno virginal.

Su entrega al plan de Dios, su concepción inmaculada y su ser portadora del Hijo de Dios, es esencialmente fe, fruto de su fe. Por la fe se entrega en cuerpo y alma a un misterio impenetrable que penetra en ella. Gracias a la fe el recelo del pudor natural se transforma en una virginidad infinitamente pura que se entrega sin ningún temor incluso a lo que es corporalmente incomprensible, pues esa es la voluntad de Dios y hay que aceptar lo que viene de Él.

5.- María, modelo de fecundidad

María se convierte en Madre por su sí a Dios, al permitir que la palabra pronunciada por el ángel se hiciese vida en ella por obra del Espíritu Santo. El amor siempre es fecundo y, cuando este amor es total a Dios, la fecundidad hace de María la Madre del mismo Dios. Y Jesús, su hijo y el Hijo de Dios,

la hace partícipe a ella de todo lo que hace y padece, y de este modo abre el misterio de la maternidad de María al misterio universal de la Redención. Cristo la introduce como fiel colaboradora, como la mejor discípula en la obra de la Salvación. La asume como corredentora, colaboradora en la obra de la Redención. A su maternidad corporal se suma su maternidad espiritual.

Que María, madre de Jesús y madre nuestra, Nª Sª de la Encarnación, derrame su amor abundantemente sobre todos nosotros y sus muchos devotos. Que ella nos siga ayudando, protegiendo y llevándo.