+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos

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7 de febrero de 2015

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Queridos diocesanos: Manos Unidas, que es la organización de la Iglesia católica para la ayuda, promoción y desarrollo de los países pobres, nos convoca con renovada ilusión a participar, un año más, en la Campaña contra el Hambre. Lo hace con un eslogan movilizador: “Luchamos contra la pobreza, ¿te apuntas?”.

La llamada nos la hacen los casi 85.000 colaboradores de Manos Unidas, que ya están manos a la obra. Por mi parte, os invito a todos los diocesanos a apuntaros. El problema de la pobreza y del hambre sigue siendo tan pavoroso que se necesita unir muchas manos y muchos corazones para acabar con él.

Son ya cincuenta y seis años los que lleva Manos Unidas trabajando, con sus numerosos voluntarios, en este noble empeño. Han sido miles los programas promovidos en las áreas de su actuación: infancia, mujer, agricultura, sanidad, cultura… La implicación en dichos programas de los mismos beneficiarios, que tal es la pedagogía de Manos Unidas, ha tenido un efecto multiplicador. Muy importante ha sido tan bien su tenaz labor en lo referente a la sensibilización de la sociedad española ante los problemas del hambre y del subdesarrollo.

En el año 2000, la comunidad internacional se comprometió a promover las políticas necesarias para que en el año 2015 se hubieran logrado los ocho propósitos asumidos. El primero de ellos era “erradicar la pobreza extrema y el hambre”. Aunque se han dado pasos importantes, queda tanto por hacer que pareciera que estamos empezando. Todavía hay 1.200 millones de personas viviendo en pobreza extrema.

Manos Unidas sabe que no puede resolver, por sí sola, todos los problemas de la pobreza del mundo, pero también sabe, por su experiencia a lo largo de más de cincuenta años de lucha contra el hambre, lo mucho que se puede lograr cuando son muchas la manos que se unen, movidas por el convencimiento de que “toda violación de la dignidad personal del ser humano se configura… como ofensa al Creador del hombre”.

Los analistas económicos y sociales certifican que en nuestro mundo se producen bienes suficientes para todos los hombres. Sin embargo, mientras unos pueden permitirse disfrutar de los bienes materiales hasta el derroche, otros muchos siguen viviendo en condiciones infrahumanas. Como he dicho en otras ocasiones, “pensar que se trata de una situación inevitable, por obra y gracia de las inexorables leyes del mercado, es como si el hombre dimitiera de su misión de protagonista de la historia. Hay situaciones que son solucionables; si no se solucionan es que somos moralmente culpables”.

Manos Unidas nos invita a ir construyendo un mundo orientado a ser, en el que el tener no se proponga como único fin en sí mismo. “Es necesario –decía Juan Pablo II en 1991-  esforzarse por implantar estilos de vida, a tenor de los cuales la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres para un crecimiento común sean los elementos que determinen las opciones de consumo, de los ahorros y de las inversiones” (C.a, n. 36 d). La transformación de nuestra tierra en la “aldea global” tendría que dar lugar a que nuestro mundo se estructurase en claves de solidaridad y de bien común. La lógica egoísta del interés tendría que ir dejando paso a la lógica de la comunión y del don. “Solidaridad, dice el papa Francisco, es un modo de hacer historia, porque nos empuja a trabajar por el bien común y el bien de los más necesitados…”.

¿No es verdad que todos nosotros podemos hacer algo más de lo que hacemos? Podemos llevar un nivel de vida más sobrio para compartir más, presentar las llagas de esta humanidad nuestra ante los que tienen especiales responsabilidades para que inviertan más en desarrollo, colaborar como voluntario en Manos Unidas o en otras formas de voluntariado. ¿Te apuntas a luchar contra la pobreza? 

Reitero la invitación a todos los diocesanos a colaborar generosamente en las colectas que se realizarán en todas las parroquias y templos de la Diócesis hoy. La recaudación se entregará a la delegación de Manos Unidas.

Termino expresando, en nombre de la Iglesia diocesana, nuestra gratitud a las voluntarias y voluntarios de Manos Unidas, que realizan una labor tan admirable. Expreso un especial agradecimiento a Dª Juana Perete Sánchez, que ha dirigido y coordinado las tareas de Manos Unidas durante los años de su mandato con una eficacia y generosidad encomiable. Gratitud y parabienes también a Dª Pilar Martínez Cuervas-Mons, que ha recogido el testigo con admirable disponibilidad y entusiasmo. Estoy seguro de que, con su buen hacer y con tan buenos colaboradores, su trabajo será muy fecundo. ¡Gracias!

                        Con mi afecto y bendición