+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos

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8 de febrero de 2014

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]H[/fusion_dropcap]ace casi quince años, la comunidad internacional se comprometió firmemente a poner en marcha las políticas necesarias para que, en el año 2015, se hubieran logrado una serie de objetivos que permitieran eliminar o, al menos, reducir de manera significativa las situaciones infrahumanas de vida de muchas personas. La famosa Declaración del Milenio y los pasos dados han contribuido a la reducción del hambre, al logro de mejoras en el acceso a la salud, a la educación, al trabajo, a la participación política. Hay que reconocer, sin embargo, que los logros se han quedado mucho más cortos que los objetivos. De hecho, ha crecido el número de personas que viven con menos de dos dólares al día, y hay todavía muchas personas que siguen muriendo de hambre o se ven obligadas a la emigración por causa de la guerra o la falta de un trabajo digno, quedando expuestas con mucha frecuencia al tráfico de personas.

Por eso, Manos Unidas, organización de la Iglesia Católica para el Desarrollo, a cuyas voluntarias y voluntarios la situación les escuece en el alma, vuelve a golpear nuestras conciencias. Con la Campaña del 2014 “UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN”, nos invita, una vez más, a una revisión personal y colectiva, y nos impulsa a poner manos a la obra para contribuir a hacer de este mundo nuestro la tierra de todos, para instaurar la civilización del amor.

Los Objetivos del Desarrollo fueron formulados en un contexto histórico de optimismo generalizado. Dominaba la euforia provocada por la globalización. El Programa de las Naciones Unidas aseguraba que el crecimiento del bienestar y la solución a los problemas de la humanidad vendrían del libre mercado, que se nos presentaba, además, como modelo único, sin alternativa posible (Programa de la ONU para el desarrollo, 1997). Sin embargo, una eminente analista internacional respiraba de otra manera: “Hemos legitimado al mercado para decidir sobre nuestras vidas. Si lo dejamos no sólo destrozarán la tierra, sino que sus sistemas sólo permitirán que subsista el 5% más rico del mundo. Como ellos dicen, coge lo mejor y tira el resto a la basura” (Susan George. Directora del Instituto trasnacional de Amsterdam). Los mecanismos de la economía del mercado son capaces de crear riqueza, de favorecer el intercambio de productos; pero difícilmente asegurarán el desarrollo de todos los pueblos, si tales mecanismos no están animados por el deseo de promover el bien común universal por encima de los  intereses particulares.

“La globalización nos ha hecho más cercanos, pero no más hermanos” (Benedicto XVI). Necesitamos ante todo y sobre todo globalizar la solidaridad. Manos Unidas está convencida de que sin un compromiso solidario mundial, que parta del reconocimiento de la fraternidad fundamental del género humano, no superaremos el individualismo y la indiferencia.

El lema de la Campaña “UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN” quiere sintonizar con la Plataforma “El mundo que queremos más allá del 2015”, lanzada por Naciones Unidas para movilizar a los ciudadanos de todo el mundo en favor del desarrollo en los países pobres.            

El fundamento del trabajo de Manos Unidas se encuentra en el Evangelio y en la Doctrina Social de la Iglesia. Y, en concreto, durante el año 2014 quiere poner su atención en la encíclica Caritas in Veritate de Benedicto XVI, donde se nos invita a realizar un esfuerzo común para lograr la implicación de todos en el desarrollo integral de cada hombre y de todos los hombres: “El desarrollo de los pueblos, decía el Papa, depende, sobre todo, de que se reconozcan como parte de una sola familia, que colabora con verdadera comunión y está integrada por seres que no viven simplemente uno junto al otro”.

Queridos amigos: “El contexto hedonista en que vivimos los países desarrollados  lleva al hombre a centrarse en la realización emocional de sí mismo, aniquila las utopías de transformación social y la disposición a los compromisos permanentes”, nos dicen los analistas sociales. Por otra parte, las altas dosis de dramas cotidianos que ingerimos anestesia nuestra capacidad de discernimiento y respuesta. Manos Unidas lo sabe. Y sabe, desde su experiencia de fe, que la civilización del amor no se logra sólo con un convencimiento teórico, con ser éste importante. Reconocer afectiva y efectivamente al otro como hermano exige un cambio del propio corazón, que sólo es posible cuando el amor se recibe como un regalo de Aquel que es Amor. Acogiendo el amor como don, podemos hacernos don de amor para los demás. Por eso, Manos Unidas, al promover cada año la campaña, no se olvida de invitarnos a la oración y al ayuno. Ese es uno de los secretos de su eficacia.

Invito a que unáis vuestras manos y vuestros corazones para responder con la mejor generosidad a la llamada de Manos Unidas en esta Campaña de 2014.