+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos
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31 de enero de 2008
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Hace cincuenta y tres años, la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC) dio la voz de alarma ante el gravísimo problema del hambre en el mundo. Cinco años más tarde, en 1960, las mujeres de Acción Católica organizaban la primera campaña. Hoy, cuarenta y ocho años después, Manos Unidas cuenta con más de 70 delegaciones, moviliza a más de 15.000 voluntarios, esta presente con proyectos eficaces en cerca de cien países Su identidad católica, como organismo oficial de la Iglesia y de las diócesis de España para el desarrollo económico y social de los países pobres, la impulsa a actuar sin hacer discriminación por razón de sexo, raza, cultura o religión con cualquiera que esté necesitado.
Manos Unidas, desde entonces, ha financiado y animado miles de proyectos encaminados a promover la evolución de la agricultura, la enseñanza de la población infantil y adulta, la dignificación de la condición de la mujer y su preparación para la vida familiar y profesional, la mejora de la salud y la prevención de enfermedades, la responsabilidad de las comunidades nativas a fin de conseguir una mayor calidad de vida. Consciente de que la miseria de los países pobres tiene mucho que ver con la estructuras y los mecanismos de producción, mercado y consumo de los países ricos, no ha cesado de denunciarlo, así corno de promover campañas educativas y de sensibilización tendentes a globalizar la solidaridad y a ayudamos a ver el mundo de la pobreza con ojos y corazón nuevo.
Ante la próxima campaña -la XLIX- , que se celebra, como todos los años, en el segundo domingo de Febrero, Manos Unidas se nos presenta con un objetivo estimulante: «Madres sanas, derecho y esperanza». Se une así al 60 Aniversario de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de los Derechos Humanos, que en su artículo 25 proclama que «toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar», (. . .) ; y que «la maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales «.
Con este lema Manos Unidas reclama, también para las mujeres de los países pobres, el derecho a vivir su maternidad como una experiencia elegida, gozosa, compartida, segura para su vida y la de sus hijos. La realidad, sin embargo, es bien distinta. Ahí están la mortalidad derivada de la maternidad (el 99% se produce en países pobres); los partos carentes de asistencia sanitaria especializada (en algunos países no alcanza al 80% de los casos). Añádanse, entre otras, como causas indirectas, la discriminación de la mujer a la hora del acceso a la educación o las maternidades prematuras (la necesidad económica fuerza, a veces, al matrimonio precoz).
La maternidad saludable se promueve empleando métodos que permitan a la madre ser lo que es: fuente de vida, fecundidad, donación, gratuidad, y no dañen la salud psíquica, fisica o espiritual, lo que es incompatible con aplicar medios destinado a eliminar la vida humana. Reclama también la colaboración compartida entre maternidad y paternidad. Manos Unidas está convencida de que el ámbito propio para una maternidad saludable es la familia fundada en el matrimonio.
Manos Unidas trabaja con la convicción, amasada de experiencia, de que es posible mejorar la salud materna en la medida en que se erradica la pobreza y el hambre y se promueve la educación. Los centros de formación y alfabetización para mujeres, la creación de oportunidades educativas para niñas y adolescentes, la promoción de organizaciones populares y de grupos de autoayuda , la construcción de hospitales, la formación de trabajadoras sanitarias, así como la atención a los recién nacidos son programas que ya están demostrando su eficacia.
Unamos las manos, los corazones y las voces para colaborar con Manos Unidas, una organización que es esperanza para los pobres, que denuncia y promociona, que libera y cura, que alimenta y acaricia, que hace rendir nuestros granos de solidaridad al ciento por uno.
Para preparar la próxima Jornada, Manos Unidas nos convoca a la oración y nos invita a hacer un día de ayuno voluntario. La oración cambia el corazón y moviliza las manos. El ayuno afina la sensibilidad y dispone a la solidaridad.