Manuel de Diego Martín

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26 de enero de 2008

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En un tiempo se hizo célebre la película “Alicia en el país de las maravillas” ¿Qué hacer para que nuestros niños, nuestros jóvenes no se hagan huéspedes permanentes en el país de Alicia?

Cuando oyes a gentes de la post-guerra que te dicen que a los diez años les pusieron a trabajar. Que aprendieron a leer en la escuela nocturna y te das cuenta de que tiene una buena formación y una gran cultura, a la vez que sientes cierta rabia y tristeza de que tal cosa les sucediese y que no tuvieran las oportunidades que tuvimos nosotros, admiras y te alegras de la hondura y grandeza humanas que dichos hombres y mujeres consiguieron en contacto con la dura realidad que les tocó vivir.

Hoy vemos montón de niños y de jóvenes, mal criados, que viven en las nubes. Viven constantemente pegados a la play, al móvil, al Internet, a las movidas nocturnas, al casco y a pegar saltos con la moto. A estos chicos les queda muy poco tiempo para el trabajo, el estudio, el esfuerzo. Apenas conocen el mundo real de lo que cuestan y valen las cosas.

Hoy es el día de la Infancia misionera. Hoy es un día estupendo para reflexionar sobre los niños que viven en el mundo virtual, y también los niños que viven en el infierno, es decir en el mundo real de la injusticia. Los datos que aparecen estos días en algunos medios sobre los niños son escalofriantes: 300 millones condenados a morir de hambre; 275 millones condenados a vivir bajo la violencia de conflictos armados o violencia doméstica. 218 millones sin escuela, obligados a desarrollar trabajos de mayores. 2 millones caídos en las redes de la prostitución o pornografía infantil. 250 mil niños y niñas convertidos en soldados. Todo un panorama desolador.

Reflexionemos hoy sobre este tema. Hagamos nuestro posible para que nuestros niños, los niños de los países ricos bajen del mundo virtual, al mundo real, mientras que los otros condenados a vivir en la realidad cruel de cada día, puedan entrar en el mundo de la dignidad. Hoy es un día misionero.

Hoy recordamos que Jesús de Nazaret que estaba muy bien en su cielo, descendió a nuestro mundo real para llenarlo de esperanza. Para que esta esperanza sea posible hoy, pues

“¡Manos a la obra”! Este es el lema de la Infancia Misionera de este año, que nos compromete a todos.