Manuel de Diego Martín

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9 de febrero de 2008

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El domingo, día 10, celebramos el día de Manos Unidas, jornada conocida como campaña contra el hambre. Manos Unidas es una ONG de la Iglesia española que desde hace un montón de años tiene como único objetivo poner en marcha proyectos solidarios que ayudan al desarrollo integral del hombre.

En mis años de misionero en África tuve la gran suerte de recibir ayuda de Manos Unidas para construir pozos, albergues y aulas de alfabetización. ¡Dios, mío, cuánto bien están haciendo estos proyectos en aquella comarca! Para mí, lo ocurrido en la misión de Safané no es más que un botón de muestra del inmenso bien que esta Ong española está haciendo en el ancho mundo.

En estos tiempos en que la Iglesia española y sus obispos sufren los embates de ciertos grupos progresistas con la constante amenaza de que os vamos a cortar el grifo rompiendo los acuerdos, tenemos que decir alto y claro que la Iglesia española seguirá dando agua aquí y allá, hasta el último rincón del mundo. Los veneros del amor a Jesús y la apuesta por el hombre siguen cargados de vida y no faltará generosidad y dinero para hacer aquello que haya que hacer.

Este año el lema de la campaña es “Madres sanas, derecho y esperanza”. Así pues el lema es un canto al papel determinante que una madre tiene en su hogar en la sublime misión de dar vida. Leía estos días esta reflexión que nos ayuda a comprender el espíritu de la campaña. Decía así: “Una madre es aquella que puede ocupar el lugar de los otros, pero cuyo lugar no puede ocupar nadie más”

Efectivamente, lo constatamos cada día. ¡Qué suerte tienen esos niños cuya madre está a su lado noche y día! Cuando el niño va al cole, allá está la mama para darle un beso al dejarlo y otro al recogerlo. Cuando el niño va a la catequesis allá está la mamá para llevarlo y después recogerlo y preguntarle qué han hecho esta tarde y que el niño pueda explayarse. Ya sé que esto no siempre es posible, pero sí puede servir como ideal y referente. Esta necesidad de tener una madre al lado, es más necesaria aún allá donde la vida es más precaria, como sucede en los países pobres. De ahí que nos digan las estadísticas que cuando los niños se quedan sin madre, casi están condenados a morir con ella. Por eso Manos Unidas habla del derecho de las madres a tener medios, a tener salud, a tener cultura para que puedan desarrollar con mayor plenitud su misión maternal. Así pues las mujeres tienen el derecho a desplegar todas sus posibilidades educativas. Si así es, un futuro grande se nos abre. Como dice el refrán “de tal palo, tal astilla”. Si tenemos madres sanas, en todas las dimensiones de su personalidad, los niños tienen asegurado un gran futuro.