+ Mons. D. Ángel Fernández Collado
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21 de mayo de 2022
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VI DOMINGO DE PASCUA – Ciclo C
Estimas autoridades, Sr. Vicealcalde y Concejales, Presidente y miembros de la Real Asociación de Santa María de los Llanos, Sra. Diputada Regional, Diputados Provinciales, Subdelegado de Defensa en Albacete, Teniente Coronel de la Base Aérea-Ala14, Policía Nacional, miembros de la Real Archicofradía de Ntra. Sra. de Cortes de la cual estamos en Año Jubilar, otros miembros de Cofradías y Hermandades de esta ciudad de Albacete, Caballeros de la Orden Constantiniana de San Jorge y Caballeros de San Juan Pablo II; Asociación de Espigas, presidente de UNICEF Albacete; demás autoridades Civiles, Militares, Judiciales y Académicas. Queridos miembros del Cabildo Catedral, Sr. Vicario General de la Diócesis, sacerdotes y diáconos, vida consagrada, fieles y devotos de Santa María de los Llanos, nuestra patrona.
El pasado viernes, 20 de mayo, finalizaba la novena a Nuestra Madre y Patrona, la Virgen de los Llanos, celebrada muy devotamente y con mucho provecho espiritual. Hoy Domingo, 22 de mayo, Día del Señor, nos reunimos de nuevo en la Catedral de Albacete para celebrar la Eucaristía dominical y para recordar y celebrar agradecidos, todos juntamente, el aniversario de su Coronación canónica, acontecida el 27 de mayo de 1956, hace 66 años. Queremos especialmente expresar nuestro cariño hacia nuestra Madre del cielo y nuestro agradecimiento por su presencia cercana entre nosotros y por su ayuda eficaz, pronta y aparentemente silenciosa ante nuestras oraciones y necesidades.
En estos días de la Novena a Ntra. Sra. María Santísima de los Llanos se nos ha recordado quién es María, cuál fue la misión que Dios la encomendó realizar, cómo lo hizo y cuál fue su destino final: el Cielo, desde donde nos cuida y nos protege como hijos suyos, pues ella es nuestra Madre y Patrona, el gran regalo que Jesucristo nos entregó desde la Cruz. De Élla hemos recordado especialmente su respuesta a Dios, generosa, pronta y llena de fe: «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra», indicándonos que, cuando se tiene limpio el corazón y sin ataduras, Dios tiene cabida en ese corazón, en nuestras vidas y que Él nos da las gracias suficientes para cumplir su voluntad y cumplir con nuestras obligaciones como cristianos.
María con sus virtudes es el mejor modelo a imitar para ser verdaderos discípulos de su Hijo, para vivir en profundidad la vida cristiana. Estos días de la Novena nos han hecho redescubrir con mayor nitidez la grandeza espiritual de María, sus virtudes, reflejo de la santidad de Dios. La grandeza de María está en su fe, en la luz interior que iluminaba su vida llenándola de gracias divinas. La grandeza de María está en su oración. Constantemente alababa y agradece al Señor las maravillas que está realizando en ella. La grandeza de María está en la obediencia, aceptando en todo momento la voluntad de Dios. «Hágase en mi según tu palabra». La grandeza de María está en su humildad. Élla crece en constante humildad, se vacía de sí misma para llenarse de Dios y darse enteramente a Cristo y a los demás. La grandeza de María está en su ternura, como un reflejo de la misericordia de Dios. La grandeza de María está en su actitud de servicio permanente, siempre cercana a los necesitados. La grandeza de María está en su esperanza confiada. Su vida estaba permanentemente en las manos misericordiosas de Dios Padre. La grandeza de María está en haber acompañado a Jesus en su camino hacia el Calvario y en permanecer, llena de dolor, junto a Cristo clavado en la Cruz. La grandeza de María está en su amor, en su humildad, en su disponibilidad constante, en su actitud de servicio, ayudando generosamente a los demás, siempre y en todo, como fundamento de todas sus virtudes.
También hoy VI Domingo de Pascua, día de la Pascua del Enfermo, las lecturas que se han proclamado nos han hablado de las Tres Personas Divinas. En el Evangelio (Jn. 14, 23-29). Jesús nos habla de sí mismo del Padre y del Espíritu Santo. Entonces, ¿cómo podemos vivir este misterio? Mientras alcanzamos a ver a Dios tal cual es, mientras llegamos al Cielo, a imagen y ejemplo de la Virgen María de los Llanos, a la Jerusalén Celestial, en la cual estaremos en Dios y Él en nosotros, Jesús nos ha ofrecido la presencia interior de las tres Personas Divinas. Así lo expresa el mismo Jesucristo: «El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos morada en él». Es decir, que aquí en la tierra somos llamados a participar de la vida de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, de una manera velada, no plena, pero que en el Cielo podremos vivirlo en plenitud, porque veremos a Dios tal cual es.
En efecto, nuestro fin último es el encuentro y la unión para siempre con Dios en el Cielo, como esta nuestra Madre la Virgen María, Santa María de los Llanos. Pero, mientras tanto, aquí en la tierra, podemos comenzar a estar unidos a las tres Personas Divinas y a ser habitados por ellas, pues Jesucristo nos lo ha prometido. Después de escuchar la Palabra de Dios y de dejarnos iluminar por ella, podemos acercarnos a la comprensión de la maravilla de la presencia real de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo en nosotros. El Espíritu Santo va realizando su obra de santificación en cada uno de nosotros. Esta obra consiste en irnos haciendo semejantes al Hijo de Dios, a Jesucristo, en identificarnos con Él en el pensar, sentir y actuar. Por ello, hemos de dejar que el Espíritu Santo actúe en nosotros; es importante que seamos dóciles a sus inspiraciones, como bien sabemos que hizo la Virgen María al aceptar su voluntad y cumplir y hacer cumplir su palabra, que siempre nos llevan a buscar y cumplir su voluntad.
El Hijo, entonces, si Él quiere, nos lleva al Padre. «Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquéllos a quienes el Hijo se lo quiera dar a conocer» (Mt. 11, 27). Cabe preguntarnos, entonces, ¿cuándo será el momento en que Jesús nos dé a conocer al Padre? Recordamos sus palabras: «El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos nuestra morada en él». Es decir, Jesús nos llevará al Padre cuando vivamos cristianamente como Él nos indica, cuando lo amemos y cumplamos su voluntad. Y esto nos lo va indicando el Espíritu Santo.
Que María Santísima de los Llanos, nuestra Madre y Patrona, nos haga sentir la cercanía y el amor de Dios, siga siempre a nuestro lado, muy cerca de nosotros, nos ayude, proteja y conduzca por el buen camino, junto a su Hijo y nuestro hermano Jesucristo, el del amor a Dios y el amor al prójimo.
Ángel Fernández Collado
Obispo de Albacete