Pablo Bermejo
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12 de mayo de 2007
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Hace ya diez años, cuando entré en 4º de la E.S.O., elegí todas mis optativas de Ciencias de la Salud. Era algo que yo tenía muy claro; las letras no me gustaban y lo único que despertaba mi curiosidad era la naturaleza y la tecnología. Pero por falta de plazas resultó que me dieron nada más y nada menos que la asignatura de Teatro y otra de Cultura Clásica. Estuve disgustado más de una semana, hasta que descubrí que estas asignaturas me encantaban, tanto por su contenido como por sus profesores.
Luis me daba clase de Cultura Clásica. Un día nos mandó varios ejercicios y la clase estaba en silencio mientras buscábamos las soluciones en el libro. De repente, Luis fue corriendo hacia la pizarra y rompió el silencio con su voz seria y fuerte: “Estáis muy equivocados”, dijo. No sabía a qué se refería y esperó varios segundos para seguir hablando. Por lo visto había escuchado a dos alumnos decirse el uno al otro mientras hacían los ejercicios: “¿Y esto de qué nos sirve?”. No recuerdo las palabras exactas de Luis, pero sí sé que no las comprendí del todo hasta pasados varios años. Dijo, y acertó en ello, que teníamos que demostrar que sabíamos estudiar, sin importar qué. Además, que nadie a nuestra edad era capaz de saber qué es lo que nos gustaba pues nos faltaba perspectiva.
Y que si esa falta de conocimiento nos empujaba a dejar de estudiar, algún día nos sería casi imposible volver a los libros. Ahora veo que no estaba defendiendo su asignatura, nos estaba defendiendo a nosotros. Hace unos años Luis murió de cáncer y lo sentí muchísimo. Sólo fui alumno suyo un curso, pero dijo otras muchas cosas que se me han quedado grabadas en la memoria.
Si cada profesor que tenemos fuera capaz de decir una sola frase que recordáramos siempre, estoy seguro que cometeríamos menos errores en nuestras vidas. Hoy en día al final he acabado siendo un hombre de ciencias, pero ese curso y los siguientes años hasta el día de hoy me he convertido en un ávido lector; entre otros géneros, los de literatura y filosofía griega y romana. Creo que si Luis no hubiera sido mi profesor igualmente sería aficionado a la lectura, pero una lectura más inmadura. Y eso es mucho deberle a un solo profesor.