Pedro López García

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4 de noviembre de 2023

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El evangelio de este domingo, junto con el resto de lecturas de la Palabra de Dios, nos pone ante los ojos las dos maneras que existen de situarnos ante la vida, ante los demás y ante Dios.  Las describe muy bien y nos invita a elegir la segunda de ellas que es el camino de la vida.

La primera manera de vivir es aquella en la que, en todo, nos buscamos a nosotros mismos: no escuchan a Dios ni glorifican su nombre, sino que se escuchan y se glorifican a sí mismos; caminan por sus caminos caprichosos e insensatos; hacen acepción de personas; actúan para que los vea la gente, es decir, por vanagloria; ocupan los primeros puestos creyéndose muy importantes; buscan que les hagan reverencias y les aplaudan; se enaltecen.

La segunda manera de vivir es aquella en la que, en todo, buscamos a Dios y al prójimo: escuchan al Señor y glorifican su nombre; caminan por el camino recto; no hacen acepción de personas; escuchan la palabra como lo que es, Palabra de Dios; reconocen que todos somos iguales pues tenemos un mismo Padre y Dios; son servidores de todos; se humillan y viven con humildad; no buscan títulos ni honores, sino servir a los demás.

El Señor Jesús invitaba a sus discípulos a hacer lo que predicaban los maestros de la ley, pero a no imitar sus obras en la vida real y diaria. No matar, no adulterar, no perjurar, reaccionar con medida ante la injusticia, amar al prójimo; todo esto hay que observarlo. Pero no hay que imitar lo que andan haciendo los fariseos pues permiten la cólera, el adulterio de corazón y el divorcio, abusan del juramento, justifican la venganza e incluso prescriben el odio al enemigo, pervierten los mandamientos.

Estas palabras de Cristo nos ponen en alerta ante la incoherencia y la religión puramente externa: lo exterior puede ser excusa para no cambiar el corazón, para no convertirse y, de este modo, servirse de lo religioso para buscar el propio interés o justificar las propias maldades. La incoherencia mata el testimonio de los cristianos y la autenticidad de la Iglesia. Lo exterior ha de ser signo de la vivencia interior, de la verdad de la fe, del esfuerzo por seguir al Señor.

Jesús advierte también sobre quién es el único Padre y el único Maestro, para que aquellos que son padres y maestros lo sean sin olvidar que, antes de nada, ellos mismos son hijos y discípulos, y que no pueden ponerse al nivel de Jesús, Maestro, al nivel de Dios, Padre.

Al principio de este comentario señalaba cómo el evangelio y el resto de lecturas del domingo nos presentan las dos maneras de vivir y la invitación fuerte que nos hacen a elegir vivir de cara a Dios y al prójimo. Sabemos que toda nuestra vida será una lucha para que prevalezca esta orientación decisiva. Reconocemos que siempre habrá una mezcla de ambas. Pero pidámosle al Señor y a la Santísima Virgen María que prevalezca la orientación de buscar a Dios y al prójimo.

 

Pedro López García
Vicario Zona Levante