Pedro López García

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3 de junio de 2023

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Después de los cincuenta días del tiempo pascual, que iniciamos el domingo de resurrección y que ha tenido su colofón en la solemnidad de Pentecostés, hoy la liturgia de la Iglesia nos invita a dirigir la mirada, la mente y el corazón al centro de la fe: el Misterio de Dios mismo en la intimidad de su ser. Misterio que es de unidad de un solo Dios vivo y de comunidad de las tres personas divinas, el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo.

Si todo el Antiguo Testamento nos muestra a Dios como Aquel que interviene en la historia para salvar, el Nuevo Testamento nos revela que Dios es amor, y que lo es desde la eternidad. Precisamente porque Dios es amor, Dios es en sí mismo unidad y comunión de tres personas divinas que se aman. Y es este amor el que se manifiesta en la creación y en la redención: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único”. El Padre pone a nuestra disposición lo que más ama; el Hijo, de acuerdo con el Padre, se despoja de su gloria para entregarse a nosotros; el Espíritu sale del abrazo divino para inundar los desiertos de la humanidad.

La solemnidad de la Santísima Trinidad nos recuerda lo esencial y lo central del cristianismo: Dios, el Dios que nos ha revelado Jesucristo, el Dios que es trinidad de personas divinas porque es amor, el Dios que siendo trinidad es unidad perfecta.

Este domingo nos recuerda que la aportación más grande que podemos hacer a la sociedad actual es poner en el centro a Dios, manifestar con nuestra vida y nuestras palabras que Dios existe, que nos ha dado la vida y que es lo único que puede llenar la vida y darle un sentido indestructible: “Sólo él es absoluto, amor fiel e indeclinable, meta infinita que se trasluce detrás de todos los bienes, verdades y bellezas admirables de este mundo; admirables pero insuficientes para el corazón del hombre. Bien comprendió esto santa Teresa de Jesús cuando escribió: ‘Sólo Dios basta’” (Benedicto XVI).

Por todo esto hoy la iglesia recuerda a los religiosos y religiosas de vida contemplativa. Ellos testimonian de un modo sorprendente la centralidad del Dios vivo, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Ellas adoran el Misterio Santo e interceden por toda la iglesia. Su testimonio nos invita a todos a centrarnos en lo esencial, a buscar a Dios, objetivo y clave de la vida humana, a desearlo, a perseguir sus huellas en la creación y en la historia, a testimoniarlo.

 

            Una iglesia realmente centrada en Dios se purifica de toda mundanidad, se renueva incesantemente, se libera del apego al dinero y a los honores, supera la superficialidad, vive centrada en el Evangelio, camina segura hacia la plenitud del Reino que no es otra cosa sino entrar en la comunión divina del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Pedro López García
Vicario Zona Levante