Manuel de Diego Martín
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27 de junio de 2015
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Hace unos días nos llegó la noticia de que la Hermana Berta, Hija de la Caridad, de la Comunidad del Barrio “Las Seiscientas” había fallecido en Madrid. A sus cincuenta y cinco años se nos ha marchado a la Casa del Padre.
A los cuatro días de su entierro en Madrid, se celebró aquí en su parroquia, en la Milagrosa, en su Barrio, una misa de funeral presidida por el Sr. Obispo, D. Ciriaco. Había una emoción grande en la Asamblea, ya que la hermana era muy querida por todos. El recuerdo de la sonrisa que tan singularmente le caracterizaba quedó plasmada en una foto que reprodujeron en la hoja de cantos que nos dieron para la celebración.
El Sr. Obispo glosó muy bien lo que es la belleza de una vida de servicio y amor a los más pobres y el estar viviendo en medio de ellos. Esto sí que es ir a las “periferias” de las que nos habla tanto el Papa Francisco. Me impresionó sobre manera cuando en medio de la homilía en que el Sr. Obispo recordaba el nombre de la Hna. Berta, un chiquillo de unos doce años sin poder contener el llanto dijo en alta voz “Yo la quiero mucho”. Este es el mejor homenaje que el Barrio podía hacer a la Hna. Berta en nombre de todo el Barrio.
Efectivamente la Hna. llevo adelante en el barrio una verdadera obra de amor. En primer lugar ser amiga de todos aquellos chiquillos del barrio que allí estaban para darle el último dios. Ella ha trabajado en el Barrio para buscar alternativas de ocio y formación para niños y jóvenes. Ella ha colaborado para llevar adelante esas casas de acogida para chicas adolescentes que se quedaban embarazadas y les ayudaba a llegar a tener a sus niños y después cuidarles en esas casas. Un constante trabajo con madres jóvenes. También está ahí el proyecto de Infancia en riesgo. Y ella ha sido una de las pioneras para poner en marcha el Economato Solidario que tiene Albacete. Ahí quedan muchas obras de amor en las que Berta puso toda su alma.
Pero más que a sus obras queremos recordar la grandeza de alma que Berta llevaba en su corazón. Ha vivido su enfermedad con gran entereza. Solía repetir: “pase lo que pase, que me pase contigo Señor. Tus caminos no son los nuestros”. Que el Señor la haya acogido en sus brazos y a nosotros nos queda darle gracias por el regalo que su presencia ha supuesto para todos nosotros: su cercanía con la gente, su sonrisa contagiosa, su alegría rebosante, el amor a su comunidad y el amor a las gentes, sobre todo a los más necesitados. ¡Berta: desde el cielo sigue cuidando de tu Barrio, que tanto necesita y que a ti tanto te quiere!