Manuel de Diego Martín
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19 de septiembre de 2015
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La Feria ha terminado pero siguen muy vivos los buenos recuerdos de la Feria. Cuando Europa se debate en ver cómo puede acoger ese montón de refugiados que huyen de los horrores de la guerra en sus respectivos países, qué hermoso es ver a todo un pueblo en fiestas. Las gentes de la ciudad de Albacete y su Provincia y tantos miles y miles venidos de fuera que llenan nuestras calles y plazas de alegría y fraternidad.
¿Cómo olvidar ese desfile de carrozas la noche del día 7, este año bajo la lluvia, acompañando a la Virgen María camino del Recinto Ferial hasta que la entroniza el Sr. Alcalde en su Capilla? Y al día siguiente la Misa Pontifical en la Catedral, llena hasta la bandera de fieles, en la que el Sr. Obispo nos regaló una bellísima homilía en la que nos despertaba a vivir un amor más entrañable a la Virgen, a Jesús y a todos los hermanos, sobre todo a los más necesitados. Con mucho dolor hizo referencia a lo que debe ser nuestra respuesta ante el problema de los refugiados. Y después de la Misa, pudimos ver por las calles esas charangas y carrozas llenas de niños tirando flores a las gentes. Y recordamos también la gran ofrenda de flores el domingo pasado y la Misa de clausura el pasado jueves.
Pero en el corazón del Recinto hay Alguien que merece la pena subrayar y que nos acompaña todos los días de la Feria. Se trata de la Virgen en su capilla y esas riadas de gentes que no dejan de subir escaleras para honrar a su Patrona. Esto es muy peculiar de Albacete que no se encuentra en otras grandes ferias. Por tanto debemos mimarlo y conservarlo por el bien que hace a tanta gente.
Estos días hay un gran encuentro en Roma donde se habla de las Iglesias perseguidas. Países en los que se convierte en delito cualquier expresión religiosa. Hace unos meses en una región de China las autoridades intentaron acabar con todos los signos religiosos: crucifijos, iglesias, imágenes… A veces escuchamos cómo la llegada de algunos nuevos dirigentes aquí en España lleva a plantearse desde un secularismo exacerbado y excluyente la retirada de todos los signos religiosos de los espacios públicos. Pero un espacio público ¿no es aquel en que cada uno pueda expresar lo que sale de su corazón?
Si quitásemos de la Feria de Albacete toda expresión religiosa, por más que les gustase a algunos, no sería igual de hermosa, sería como dejar a un cuerpo sin alma. Pues, sin duda alguna, es precisamente la Virgen de los Llanos el alma de nuestra Feria.