Pedro López García
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14 de diciembre de 2025
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«Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. El Señor está cerca». Con estas palabras de San Pablo empieza la liturgia de este tercer Domingo de Adviento que, precisamente por ello, se llama Domingo Gaudete (Gaudete in Domino Semper).
Los textos litúrgicos de hoy, y las lecturas de la Palabra de Dios que escuchamos, nos invitan a la alegría, al discernimiento y a la conversión.
El motivo más profundo de la alegría no es que todo vaya bien, sino que el Señor está cerca, que Dios es Dios-con-nosotros. «La alegría cristiana brota de esta certeza: Dios está cerca, está conmigo, está con nosotros, en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad, como amigo y esposo fiel. Y esta alegría permanece también en la prueba, incluso en el sufrimiento; y no está en la superficie, sino en lo más profundo de la persona que se encomienda a Dios y confía en él» (Benedicto XVI).
Debemos reconocer la verdadera alegría y distinguirla de la superficial. La auténtica alegría es profunda, estable, contenida; nace del encuentro con el Dios vivo y de la entrega generosa a los demás: «Sí, la alegría entra en el corazón de quien se pone al servicio de los pequeños y de los pobres» (Benedicto XVI).
«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». Esta pregunta de los discípulos de Juan Bautista nos introduce en la cuestión del discernimiento. A lo largo de la historia de la humanidad no hemos dejado de preguntarnos quién es y dónde está el Mesías; quién puede resolver todos los problemas de la sociedad; dónde encontrar la justicia y la paz que se nos escapan de las manos. Ideologías, líderes mesiánicos y proféticos, proyectos políticos, económicos o culturales, se han presentado como los salvadores de la humanidad y han terminado trayendo miseria, injusticia, desprecio de los derechos humanos, decadencia, dictadura, violencia y opresión. Estos proyectos han hecho promesas que no se han cumplido y han arrinconado al verdadero Mesías, capaz de hacer nuevas todas las cosas.
De nuevo la pregunta de aquellos seguidores del Bautista resuena hoy y nos invita a mirar al Señor y a los signos de su presencia y de su salvación.
«…preparará el camino ante ti». Ante Cristo que llega hemos de prepararnos interiormente; hemos de convertirnos; hemos de tomar en serio la vida de fe y acoger la gracia que Dios derrama en estas semanas de espera y de gozo. Todos somos pecadores y muchas veces mediocres, pero Dios nos espera siempre con el abrazo de su misericordia; abrazo que especialmente podemos experimentar cuando nos confesamos de nuestros pecados ante un sacerdote; abrazo que transforma nuestra vida, cura las heridas y renueva nuestro ser. ¡Alegraos siempre en el Señor. El Señor está cerca!






