Juan José Fernández
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8 de diciembre de 2024
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Mi amigo Paco está últimamente muy insistente con el tema de la transparencia. Que si tenemos que dar ejemplo, que si debemos estar a la vanguardia… Aunque comparto en parte la necesidad de que las instituciones sean transparentes, me pregunto: ¿de qué estamos hablando? Porque la verdad va más allá de la transparencia. Es decir, la transparencia no es sinónimo de conocimiento de la verdad absoluta, sino de aquello que nos quieren mostrar. Esto puede llevar a igualar realidades que no siempre se corresponden, coaccionando libertades que tal vez no estaríamos dispuestos a perder.
Esta aceleración de la realidad elimina diferencias, uniformando lo diverso. Sin embargo, la verdad no es la mera suma de fragmentos; es una dirección que organiza el caos de lo visible. Es curioso, porque vivimos en un mundo hiperinformado e hipercomunicado, y lo único que parece generar es lo que ahora llamamos bulos. Querido Paco, estamos saturados de información, pero eso no debería llevarnos a pensar que acumular datos genera conocimiento. Lo que realmente provoca —y solo hay que observar las tertulias políticas para comprobarlo— es ruido. Porque la verdad no siempre coincide con lo que se nos muestra. Entonces, ¿dónde queda la transparencia?
La verdad exigue un esfuerzo consciente por buscar sentido, priorizar lo esencial y superar los excesos. Solo cuando despertemos del espejismo de creernos en posesión de la verdad, simplemente porque nos sentimos vistos y admirados, podremos empezar a recorrer el camino para desvelarla. La visibilidad, tan de moda en la cultura digital, convierte la vida en un saturante simulacro que vacía de contenido la verdad. Sin embargo, a mayor visibilidad, también hay mayor posibilidad de transparencia. Esto nos brinda a cada uno de nosotros la oportunidad de realizar el trabajo de buscar la verdad con una mayor amplitud de miras. Por eso, debemos considerar la transparencia como una herramienta, no como un fin último.
Hoy en día, el esfuerzo necesario para discernir qué pertenece realmente a la verdad es más complejo y arduo que nunca. El campo de información disponible es más amplio que en cualquier otro momento de la historia, pero sin un criterio sólido, es muy fácil caer en verdades vacías y terminar perdido y contaminado entre tantos datos, muchos de ellos incluso contradictorios, que siempre se presentan como los más verídicos. Ese afán por la búsqueda de la transparencia, ese falso amigo de la verdad, a veces no hace más que alejarnos de esta última.
Quizá, amigo Paco, el último eslabón hacia la verdad sea la libertad. Quizá, y solo quizá, caminar junto a ella nos permita finalmente descubrirla.