Santiago Bermejo
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18 de mayo de 2019
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¿Qué es ser cristiano?: ¿Estar bautizado?, ¿tener fe en Jesús?, ¿saber los Mandamientos, los Sacramentos y rezar?, ¿ir a Misa?, ¿leer la Biblia?, ¿además de eso, hacer buenas obras?, ¿y también compartir mis bienes?, ¿estar comprometido en una parroquia, en un grupo o en un movimiento cristiano?… Y podríamos seguir así pero no hasta el infinito, sino hasta llegar a lo que Jesús nos dice en el Evangelio de hoy: la identidad de sus seguidores, lo que debe distinguirnos de los demás, es AMAR COMO ÉL NOS AMÓ. “En esto conocerán que sois mis discípulos”.
Ésa es la última voluntad de Jesús, su testamento: el Mandamiento Nuevo. Y nos lo transmite en un contexto muy especial: justo cuando Judas sale del cenáculo. Por cierto, “era de noche”. Ese hecho desencadena una especie de reflexión, en voz alta, que sale del corazón de Jesús. Comienza su discurso de despedida de un modo sorprendente. Sabe que Judas lo va a entregar, pero Él habla de que AHORA, por su muerte en la cruz, van a ser glorificados el Padre y Él a través de esa traición, que va a ser la oportunidad de que nos ame “hasta el extremo”. Y va a morir perdonando.
Evidentemente, el concepto evangélico de “gloria, glorificación” no tiene nada que ver con el del mundo. Las palabras de Jesús nos ayudan a comprender el sentido de su entrega, de su muerte y de su resurrección: todo para el bien de la humanidad y para la gloria de Dios. No es un fracaso; es un triunfo, es llegar hasta el final por puro amor, es la prueba de que ha sido capaz de superar las ataduras interiores, las tentaciones, las presiones externas, las falsas expectativas, los miedos… ¿Verdad que nos suena todo eso; verdad que todas esas cosas hacen que no resulte fácil amar COMO Él nos amó?
Jesús habla de Mandamiento Nuevo porque con Él empieza la Nueva Alianza, una alianza interior en la que todos estamos invitados a participar, una alianza de FE, AMOR, PERDÓN, COMUNIÓN, SERVICIO… En el Antiguo Testamento se habla de “amar al prójimo como a uno mismo”, pero Jesús nos habla de “amar COMO Él nos amó”.
Ojalá que este pasaje nos ayude a comprender que está en nuestra mano colaborar en la glorificación del Señor viviendo y cumpliendo (con la ayuda del Espíritu Santo, de la oración y de la comunidad) el MANDAMIENTO DEL AMOR.