Antonio García Ramírez

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4 de mayo de 2025

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La barca de Pedro. De las imágenes más expresivas sobre la Iglesia, destaca la metáfora de la barca de Pedro, pescador galileo. Imagen humilde y frágil, como la del pesebre en la natividad. Una comparación que visibiliza el protagonismo de Pedro y del resto de discípulos. Pues, ¿qué es una barca sin tripulación? Nada: madera que flota a merced de los vientos y adversidades.

Duro es el trabajo del mar, como el de la mina, como el del campo, … esfuerzo diario, muchas veces sin pesca, sin recompensa. Buena imagen para el trabajo de la Iglesia: trabajar, trabajar y volver a trabajar, para que la fe que nos mueve y en la que existimos, sea luz para otras personas que aún no la han experimentado.

Invitados a comer. A Jesús lo invitaban a comer allá por donde pasaba. Eran aquellas comidas lugares de evangelización. Allí les contaba parábolas, les miraba a los ojos, se acercaba al interior de las personas con las que compartía el pan y el pescado.
En este amanecer pascual, el Señor es quien prepara la mesa con todo cuidado. No quiere que desfallezcan ante el fracaso de sus obras. Está como el que vive, y como el que quiere que vivan sus amados discípulos. Dichosos los invitados a la cena del Señor; dichosos seamos cuando participemos con fe viva en el banquete eucarístico que sana las almas afligidas y fortalece a los que han de seguir trabajando día y noche para que haya pesca abundante.

La última pregunta. ¿Me amas?, nos pregunta Jesús, avanzando hacia nosotros sobre las aguas y la arena de la playa. Aunque nos hayamos apartado de lo fundamental, Él viene para cuestionarnos en lo esencial. No es una vida distinguida, erguida en sí misma, en la superioridad moral… no es eso lo que busca el Buen Pastor.
El Señor quiere que le amemos- nada más y nada menos- que le amemos realmente.  Que reposemos la cabeza en su pecho, que sintamos que sus latidos han de marcar nuestro camino hacia la nueva humanidad.