Manuel de Diego Martín

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10 de julio de 2010

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Estos días se ha proyectado en Albacete una película titulada “la última cima” que está teniendo más éxito que lo que se esperaba. Cuando mucha gente pronosticaba que dicha película, por el tema que trataba, iba a ser un fracaso comercial, está siendo un verdadero éxito.

He tenido la suerte de ver la película. Y de verdad comprendo que ha sido una decisión cargada de coraje por parte del director responder a este reto. El mismo director reconoce en la presentación de que si hiciera una película para hablar mal, crucificar a curas, tendría el éxito asegurado. Pero si de lo que pretendo es hablar bien de uno de ellos, puede ser que el crucificado sea yo mismo. El documental trata de un cura concreto, de la vida real de un joven sacerdote madrileño, llamado Pablo Domínguez, que intentando escalar el pico mas alto del Moncayo, cayó precipitado en los abismos. Pero ese abismo de muerte en el que se encontró este joven cura, el cineasta lo traduce como la escalada más alta de quien soñaba con las cumbres.

Este cura no tiene un perfil tradicional de párroco, al modo del Cura de Ars, al que este año tanto hemos recordado. Es un sacerdote que se mueve en los ambientes intelectuales y universitarios. Pero que en su alma hay grandes virtudes sacerdotales como son la bondad, la capacidad de diálogo, la humildad, la preocupación por los pequeños, el sentido de la amistad, y la búsqueda apasionada de la verdad como buen filósofo y teólogo que era. Y sobre todo un amor apasionado por Cristo.

En los diálogos con las gentes que lo conocieron se ve siempre su respuesta positiva ante los grandes interrogantes de la vida. Llega al alma el testimonio de aquella mujer que por el tesón de Pablo siguió con un embarazo difícil. Se sabía que el nacer de la criatura era para morir. Pero el niño nació y después de bautizarlo, Pablo pudo decir solemnemente: “este niño ya ha cumplido la misión que Dios le había encomendado”. Hay otros temas también conmovedores, que intentan dar respuesta a los grandes interrogantes de la vida.

El título de la película tiene todo un simbolismo. Efectivamente “la última cima” fue la pasión de su vida, escalar altas montañas, para sentirse más cerca de Dios. Él lo tenía muy claro, morir era llegar a la cima, al encuentro de Dios. Que descanse en paz. Y también, gracias, director, porque aún quedan cineastas que en estos tiempos se atrevan a hablar bien de los curas.