Francisco San José Palomar
|
4 de marzo de 2023
|
213
Visitas: 213
Fue un acierto del papa san Juan Pablo II añadir en el rezo del Rosario los misterios luminosos. La Transfiguración del Señor es uno de ellos y que, según la tradición, ocurrió en el monte Tabor.
Los acontecimientos inmediatos en la vida de Jesús serían decisivos y por eso, se deja acompañar de sus discípulos más próximos: “Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan” (Mt 17, 1). Jesús los va preparando, para que cuando llegue el momento escandalizador de su muerte en la Cruz, no les encuentre desprevenidos: “Elías y Moisés hablaban de la futura pasión del Señor”.
El momento cumbre en este pasaje es la voz del Padre revelando la identidad de Jesús: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo” (Mt 17, 5).
Dios mismo, el Padre, se encarga de revelar quién es Jesús, a la vez que nos insta a escucharlo, pues la escucha de Jesús influirá en nuestra transformación, en nuestra personal transfiguración.
Así la Cuaresma, tiempo de penitencia, nos ofrece a la vez, la identidad de Jesucristo, la revelación de su persona: “Hijo amado del Padre a quien debemos prestar atención”.
Aprovechemos pues, este tiempo para orar, para estar más con Jesús y para conocerlo mejor mediante la escucha de su Palabra. La Cuaresma es tiempo propicio para limpiar el corazón – oxidado de tibieza y falto de amor – y para crecer en el conocimiento de Jesucristo, Señor nuestro.
Francisco San José Palomar
Sacerdote diocesano