Manuel de Diego Martín

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22 de abril de 2006

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Un problema social que nos preocupa a todos es el creciente consumo de alcohol en los jóvenes, a veces excesivamente jóvenes. Un fenómeno nuevo irrumpe en escena, es que los jóvenes se reúnen, así lo expresan directamente, no van con rodeos, a beber. Es lo que ha venido en llamarse convocar un “macrobotellón”. Naturalmente, mientras los jóvenes beben, charlan, se ríen, hacen amistades, conocen gente nueva, se pasan horas y horas de alucine. Beber juntos tiene un encanto enorme , pues eso de beber en solitario es una cosa muy fea, es la terrible salida de un alcohólico convulsivo que no tiene mas remedio que beber. Como es tan atrayente y fascinante eso de beber juntos, es por lo que las autoridades ciudadanas y las familias están mirando a ver lo que se puede hacer para evitar desgracias.

En los relatos bíblicos, cuando se quieren expresar momentos en que el pueblo no respondía a las exigencias históricas a las que estaba llamado y tomaban el camino fácil, lo expresaban con aquel dicho de que el pueblo se reunía a comer y a beber. Así pues esto del beber es tan viejo como la Biblia y aparecen también en los textos sagrados gentes cogidas por la furia del vino.

Pero hay encuentros festivos, cuyo objetivo de ninguna manera es el beber. Nos reunimos para celebrar otras cosas, con otros fines. Pero cuando es mucha la gente se junta se empieza a beber, a beber hasta dejarlo de sobra. Aquí vienen los problemas.
Pongamos el ejemplo del “bando de la huerta” o “entierro de la sardina “de Murcia. Se reúnen medio millón de personas para la fiesta. El año pasado tuvieron que recoger a más de mil accidentados con el coma etílico, a veces entre chiquillos y llevarlos al hospital. Este año las autoridades han anunciado por todos los medios, ¡ojo, que no suceda lo del año pasado. Tenemos que conseguir que nuestras fiestas sean únicas por su buen hacer! Lo han repetido por activa y pasiva, han llamado con urgencia a la responsabilidad. Pasadas las fiestas he oído las noticias, y parece ser el número de los accidentado ha bajado espectacularmente de mil a pocos mas de cien. ¡Enhorabuena a los murcianos!
Un poco parecido a lo de Murcia puede pasar en nuestro pueblo de Hellín. Hay una hermosa tradición en que miles y miles salen a la calle a tocar el tambor y salen en armonía y fraternidad. Pero va cundiendo la preocupación de que en estos días se bebe mucho. Los mismos responsables del pueblo y de las peñas de tamborileros han pedido días antes responsabilidad para que todo se desarrolle con orden y en paz. Parece ser que han acabado las fiestas y no ha habido que lamentar nada malo. Estupendo. Pero sí queda en el ambiente la inquietud de muchos que afirman que estos días se bebe demasiado. Sería una pena que una tradición hermosa pueda quedar deslucida por algo que pudiera ser evitable, y que haría que todo fuera mucho más hermoso.

Así pues esto es lo importante. Que los murcianos sepan conservar su bando de la huerta, y los hellineros su tradición del tambor hasta ser fiestas de interés internacional, y que seamos la admiración de todos. No permitamos que el botellón acabe con el tambor ni con el bando. Pues esto sería consentir que hermosas tradiciones se conviertan en horribles traiciones a nuestro patrimonio cultural.