José Joaquín Tárraga Torres
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23 de marzo de 2025
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¡Cuánto cuesta cambiar! Te lo propones, lo ves, te comprometes, pero luego, a la hora de la práctica, poco avance. Tranquilidad. Hoy el Señor es paciente, y eso se agradece.
En estos tiempos donde cuesta coger el ritmo, donde la vida nos trae sorpresas inesperadas, en esta vida llena de ritmo frenético… se agradece la paciencia. Dios es paciente con nosotros.
El Señor espera frutos. Hemos sido creados para Alguien y para una misión. Nuestra vida tiene sentido cuando se entrega y se rompe, cuando se desgasta y se ofrece. Pero, a veces, no llegamos a darlo todo.
Nuestra meta final es la conversión, es el cambio. Es el corazón entregado, humilde y compartido. Es el corazón que se deja amar y que quiere amar sin medida. Nuestra meta es el Amor, sin duda alguna. ¡Pero cuánto cuesta amar! Sin prisa, pero sin pausa. Tenemos tiempo, gracias a Dios.
Nuestro actuar en el día a día muestra luces y resplandores que iluminan rostros y personas. Sin duda, somos buenos, pero podemos ser mejores. Hacemos el bien, pero nos falta darlo todo. Sabemos que debemos dar más. Jesús siempre nos pide más. No lo vivamos con desasosiego. Tengamos clara la meta, hacia dónde nos dirigimos y miramos, hacia dónde nos encaminamos en el quehacer de nuestros días.
La salvación de nuestra vida es estar en camino, sentir que miramos hacia el frente, que vamos por buena senda. Nuestros ideales, a veces, no concuerdan con los de Jesús. Nuestras aspiraciones son humanas y no divinas. Nuestros deseos miran hacia dentro y no hacia el otro. Es momento de convertir nuestras las metas, los deseos y aspiraciones. Es momento de repensar sueños e ilusiones.
Dios es paciente con todo aquel que confía. Sabe que el camino no es fácil y que lo importante es estar en proceso, en movimiento. Estar orientados.