Manuel de Diego Martín

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3 de enero de 2009

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Estos días he tenido que hacer una reflexión sobre el Mensaje de la Jornada de la Paz del Papa Benedicto de este año nuevo y una vez más he podido constatar la privilegiada lucidez del Sumo Pontífice para dar al mundo pautas, claves, caminos a seguir para hacer posible en nuestro mundo la paz.

Mientras estoy haciendo estas reflexiones me encuentro con esos bombardeos a muerte que los israelíes están llevando a cabo sobre Gaza. Al ver esos cuerpos muertos, esos centenares de heridos no puedo por menos que sentir escalofríos en el alma. Una vez oí decir que si un día mandasen las mujeres, se acabarían las guerras. Las madres que paren a sus hijos no pueden soportar guerras que los maten. Pues bien, se da el caso aquí, que precisamente una mujer, la ministra de asuntos exteriores, es la que planea y la que hace comprender a la diplomacia internacional que no hay otro remedio. ¿Por qué sucede esto? De esta atrocidad ¿Quiénes son responsables?

Te asomas a los medios y según la ideología que mueva a cada cual, unos te dirán que la culpa la tiene el imperialista Israel, que machaca todo lo que puede. Según ellos “Hamás” no hace más que defender los derechos y la dignidad del pueblo palestino. Otros te dirán que la culpa la tiene “Hamás” que es un grupo terrorista cuyo objetivo es acabar con el pueblo de Israel. Así pues hace bien en defenderse. ¿Quién tiene la culpa, quién es responsable de esto?

En un pueblo, al lado del mío, un día hubo una tremenda pelea entre padres e hijos, hasta tal punto que tuvo que intervenir la guardia civil. El buen cura del pueblo quiso prestar sus servicios para intentar la reconciliación. Un día le pregunté a mi buen amigo ¿cómo quedó todo aquello? No se puede hacer nada, me dijo, unos y otros son malísimos, así que hagan lo que quieran, habrá que dejarles que se maten.

¿Tendremos que decir aquí que todos son malísimos, y dejar que se maten? Dios nos libre de semejante cosa. No tenemos más remedio que reconocer que ambos son responsables y todos tienen que convertirse. Y como decía Jesús, “si nos os convertís, pereceréis todos de la misma manera”. Pidamos al cielo que el Consejo de Seguridad de la Onu tenga autoridad para poner a cada quien en su sitio. Hagamos súplicas también para que el Sr. Obama que estrena cargo y tanto poder tiene en este campo, tenga lucidez para encauzar el conflicto. No podemos olvidar que Rusia, según noticias, está armando a Irán hasta los dientes y que “Hamás” es la sombra alargada de este no pacífico país.

¡Qué pena! Después de cincuenta años que acabó la guerra mundial, sigue la guerra fría. Una guerra que a veces pega chispazos y siembra de cadáveres la tierra. Esto no lo quiere Dios. La sangre de Abel sigue clamando al cielo por los siglos. Sólo en Dios Padre los inocentes de la tierra encuentran justicia.