Manuel de Diego Martín

|

14 de abril de 2007

|

440

Visitas: 440

De lo poco que veo televisión, la casualidad me llevó a una entrevista que el incisivo periodista Jesús Quintero hacía a Enrique Castro, el célebre “cura rojo” de Vallecas. Tenía una ligera idea de este sacerdote, pero a medida que el diálogo avanzaba entre el entrevistador con preguntas comprometidas, y el entrevistado con respuestas mas que atrevidas, me decía yo para mí mismo, no aquello del Mio Cid “Oh que buen vasallo si hubiera buen señor” sino más bien, ¡pobre obispo, con curas como este! Si los deja sueltos, mal; si los cortas, peor.

Pues ha ocurrido precisamente esto segundo. El Arzobispado de Madrid, siendo asesorado desde Roma, ha cerrado la parroquia de S. Carlos Borromeo. Comprendo que para mucha gente, esto aparezca a primera vista incomprensible. Precisamente en mi parroquia me decían unas señoras al día siguiente si había visto la entrevista que hicieron ayer a un cura en la tele. “Qué bien, me decían, ese si que es un cura de verdad. Esos sin que están con los pobres, Curas de esos necesitamos para que la Iglesia tenga futuro…” Poco menos me querían hacer ver que los que no pensamos así, no hablamos ese lenguaje, ni actuamos de esa manera estamos trillando fuera de parva. Me alegré mucho haber tenido la suerte de haber oído yo mismo la entrevista, pues de otra manera no hubiera sabido responder a mis feligresas, haciéndoles comprender que hay otras formas de ser curas que tal vez estén más en línea de lo que Iglesia espera.

En relación a este caso me contaba una amiga la polémica que tuvo con una compañera en un grupo, reunido para otro tema, en que esta se permitió hacer la afirmación llena de rabia de que el Obispo había cerrado esta parroquia porque se ocupaba de los pobres. Lo dijo de esta manera y ahí queda. Pero la otra chica con el mismo coraje y rabia le respondió que eso no era verdad, que no cerraban la parroquia porque se ocupaba de los pobres, sino que la cerraban porque los curas en ella no hacían lo que tenían que hacer como curas, no decían misa como la tienen que decir, no celebran los sacramentos como los tienen que celebrar. Además el obispo no cierra el local, sino que ahí lo tienen como centro social para que sigan ayudando a los pobres todo lo que puedan. Ayudar a los pobres no lo han prohibido, sino que les animan a que lo sigan haciendo, pero la gente que quiera misa que vaya a otra parte.

Lo que también es profundamente demagógico, es que gentes por hacer daño a la iglesia se apuntan aunque sea a un bombardeo. Ni creen ni les importa un pepino la iglesia, pero, amigo, ahora irán a misa y si es preciso a comulgar para dar las narices al obispo que ha prohibido estas celebraciones. Esto no es honesto ni leal.

Estos curas saben que hay normas litúrgicas que nadie se puede saltar. Saben que hace unos días en la Exhortación “Sacramentum Caritatis”, el Papa recuerda la fidelidad que hay que mantener en estas celebraciones. Saben que un día prometieron obediencia al obispo para no salirse luego por peteneras. Saben que su patrón san Carlos fue un gran obispo que, en su tiempo, puso orden para que se cumpliesen las normas emanadas del Concilio de Trento. Así pues recemos unos por otros. y tengamos la absoluta confianza de que nunca un obispo cerrará una parroquia, con el dolor que esto conlleva, precisamente porque se ocupa de los pobres.