Celia Monteagudo García

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28 de diciembre de 2025

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Es una paradoja que celebremos en la misma semana el nacimiento de Jesús, que viene al mundo a traernos vida y paz, y el Día de los Inocentes, en el que recordamos la matanza de los niños menores de dos años en Belén por orden de Herodes. Es la paradoja entre Jesús y Herodes, entre el inocente y el tirano.

A esta contradicción hay que añadir que, en España y en muchos países hispanohablantes, también es un día asociado a bromas y noticias falsas.

Pero hablar de los “inocentes de hoy” es una invitación a mirar con más compasión y responsabilidad el mundo que nos rodea. Un mundo que se olvida de todos los niños inocentes que han muerto este último año en Gaza, Ucrania, Sudan y otros países víctimas de unas guerras que han empezado y continúan por el egoísmo y la codicia de unos pocos.

Es una invitación a mirar a esos otros muchos que viven en pobreza, sujetos a abusos peores que la muerte, si son niñas, y que quedan con un trauma muy difícil de curar. Y lo más doloroso es que no han hecho nada para merecerlo; simplemente nacieron en un lugar o en un contexto que los expone.

O esos menores que llegan a nuestras playas solos y huyendo de situaciones límites, y a los que nos cuesta mucho aceptar.

Los “inocentes de hoy” no siempre están en campos de refugiados o fábricas clandestinas.

A veces están en el piso de al lado, en el colegio de nuestros hijos, o incluso en nuestras propias familias. Tendríamos que preguntarnos también por los niños con discapacidad de familias humildes que no encuentran suficiente apoyo.

O esa gran mayoría de adolescentes atrapados en las redes sociales con los smartphones, necesitados de acompañamiento por parte de los adultos.

La paradoja entre el nacimiento de Jesús y la fiesta de los inocentes refleja fielmente la realidad de nuestro mundo. Seguir a Jesús nos obliga a cuidar de aquellos que representan vidas que empiezan cuesta arriba, sin haber tenido oportunidad de elegir nada. La esperanza es que esta paradoja se puede romper, y está en nuestras manos.