Manuel de Diego Martín

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2 de julio de 2016

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Siempre hemos pensado que la ONU es esa inteligente organización de Naciones  para ayudarse mutuamente a resolver los problemas que pudieran surgir entre las poblaciones. Su misión no es provocarlos. Tampoco se puede apoyar a unos para que puedan destruir a otros. Esto es una fragrante injusticia.

En la reflexión última  recordaba cómo el Papa daba jaque mate a la pena de muerte como un medio  para castigar a los asesinos. Hay otros modos para disuadir a los malvados para que no hagan el mal.  Pues toda vida, aún la del hombre más malo que pueda imaginarse tiene un carácter sagrado. El Papa nos invita a caminar hacia  la abolición de la pena de muerte en todas las naciones. Y, por tanto, a respetar toda vida.

Y mientras hago estas reflexiones me llegan  estos días  unas declaraciones  que hace la Comisión de Derechos Humanos de la ONU  que van en un sentido completamente distinto al respeto a la vida y  que hieren en  lo más profundo en el alma. Entre otras cosas he podido leer algo que no me puedo imaginar que salgan de este Organismo Internacional. Dice entre otras cosas: “Negar el acceso a la terminación de un embarazo afecta a la vida y dignidad de las mujeres.  La prohibición civil, penal o administrativa de interrumpir el embarazo  es una forma injustificable  de control estatal que genera estigmas y viola los derechos humanos de las mujeres….Hay que permitir a las mujeres  terminar con los embarazos no deseados…”

Que fuerte es todo esto y cómo hiere la sensibilidad de los que pensamos de otra manera. Siempre recuerdo con emoción lo que me ocurrió en un pueblo del que fui párroco. Casé a una muchacha muy comprometida con la parroquia. Pasó el tiempo y la joven esposa esperaba una niña. Nunca olvidaré cómo una chiquilla de unos diez años  cuando veía a su prima  le besaba primero  en la cara, para después inclinarse y echar besos a la barriguita que llevaba.  Cuando hoy veo a las dos primas juntas no puedo menos que recordar cómo la prima mayor  ya sentía la presencia de su prima chiquitina que estaba en el seno de su madre.  

El otro día en Madrid tuvimos que sufrir las pintadas en los muros de una Capilla  de “aborto libre” lamentando que aún haya  legislaciones  arcaicas que lo quieran impedir. ¡Claro que sí, hay que impedirlo, porque  es misión de todos cuidar de la vida,  cuidar de toda vida! Y las Organizaciones de la Onu debieran ser la primeras en hacerlo.