Manuel de Diego Martín
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15 de enero de 2011
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Hoy celebramos la Jornada Mundial de las Migraciones con el lema “Una sola familia humana”. Hay dos grupos de emigrantes con los que más me relaciono. Unos son africanos, los otros europeos del Este. Los primeros se alojan en el Campamento de la Dehesa detrás del Cementerio. Son chicos de: Senegal, Mali y Burkina Faso. Como estuve diez años como misionero en aquellas tierras, me da gusto hablar con ellos y chapurrear su propia lengua, cosa que les divierte muchísimo. Busco ante todo que sientan en mí a un amigo. La mayoría de ellos son musulmanes.
Admiro su resistencia así como su capacidad de sufrimiento. Tienen la virtud de ser capaces de esperar contra toda esperanza. Algunos sin papeles, otros con ellos, pero casi todos sin trabajo. A pesar ello no les falta alegría. En el campamento están muy bien, duermen en literas, tienen cocina, duchas, salón con TV, no les falta comida ni vestido. Y yo me pregunto ¿cómo un día y tantos y tantos meses se puede vivir así? A veces me atrevo a decirles, puesto que la crisis va para largo ¿no os traería cuenta volver a vuestros países, con vuestras mujeres e hijos, con vuestra gran familia y cultivar los campos? La respuesta es rotunda: no podemos volver sin llevar nada en las manos. Y me causa un dolor profundo el que vivan atados a las galeras de esta situación social.¿Hasta cuando durará su cautiverio?
El otro grupo son ucranianos, polacos y lituanos. Están con papeles, pero también sin trabajo. Tuvieron que dejar el coche, más tarde el piso, y ahora viven en una nave en ruinas. Han perdido todo, algunos como no mandan pasta, hasta sus mujeres que se han ido con otros. Me lo cuentan y se me hiela el alma.
El día 6 según la tradición cristiana ortodoxa querían celebrar la navidad. No tenían gas ni ingredientes para preparar la comida. Vinieron a mí, les di una botella de gas. Luego fuimos al supermercado a comprar lo necesario. Ellos en ese día no pueden comer carne. Así que fueron echando a la cesta repollos, sardinas, lanchas de pescado, aceite, huevos, otros ingredientes necesarios. Uno con cierto temor me dice, ¿puedo echar una botella de champán para brindar? Respondí que sí, pero la más barata. ¡Qué felices si les hubiera regalado una cajetilla de tabaco, pero como saben que no les doy dinero para eso, se conforman con rebuscar colillas en las puertas de los bares.
Les despido con un abrazo ¡feliz navidad! Esto por decir algo, lo que les esperaba era una triste navidad ya que esta mala crisis les ha hecho perder todo. Pidamos al cielo que no pierdan al menos la esperanza y su dignidad.