+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos
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19 de diciembre de 2015
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]L[/fusion_dropcap]eía hace poco un twiter del Obispo de S. Sebastián, Mons. Munilla que decía: “La Navidad sin Natividad es como una carcajada sin alegría”. Que hay muchas carcajadas sin alegría, está más claro que el agua. Las noches del viernes y el sábado estoy sufriendo en mi propia carne esta realidad cuando desde mi casa oigo el barullo y carcajeo estridente de muchos y luego de madrugada observo la retirada a sus domicilios con unos rostros desencajados y aburridos que no reflejan mucha alegría. Si la cara es el espejo del alma, no veo almas gozosas sino más bien lo contrario
El Papa Francisco nos ha regalado un Año jubilar de la Misericordia y en la Bula que lo anuncia “Misericordiae Vultus” nos dice así de claro: “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la Misericordia de Dios”. Y en la “Evangelii Gaudium” nos había dicho que el encuentro con Jesús nos libera del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Él, nos sigue diciendo, nace y renace siempre la alegría.
No podemos apenas entender que en este mundo que nos toca vivir, a veces tan lleno de angustia, de tristeza, de desesperación, en que no sabemos a veces por donde tirar, haya gente interesada en robarnos esta fuente en la que es posible encontrar la verdadera alegría. Nos cuesta entender que a la Alcaldesa de Barcelona no le guste celebrar la Navidad. Según parece, para ella sería más significativo, alentador y ciudadano celebrar el Solsticio de Invierno, ¿Este movimiento de estrellas qué nos puede aportar? También desde el Ayuntamiento de Madrid nos han dicho que en los espacios públicos, no se instalarán Nacimientos. Esta actitud laicista la ven como una medida de progreso y convivencia ciudadana. Comprendo muy bien a Carlos Herrera cuando el otro día hizo el programa de la Cope teniendo como escenario un gran Belén viviente, para contrarrestar las manías de acabar con esta hermosa tradición.
Vamos a celebrar la Navidad. La Navidad no es celebrar algo mítico, legendario, una manía religiosa. La Navidad significa Natividad, es decir, el recuerdo de un hecho histórico que ocurrió en Belén de Judá, en que nació un Niño. Para los creyentes, el Hijo de Dios. Para los no creyentes, pero no atrapados por una ideología irracional, nació un hombre que marcó caminos de luz, de paz y de fraternidad en la Humanidad y nos hizo ver en dónde se encuentra la verdadera alegría.
Si a muchos lo que les importa es que la gente se lo pase muy bien y puedan vivir a carcajada limpia, lo que más importa es que estas carcajadas sean con alegría. En la noche de Navidad se oyeron unas palabras que venían del cielo: “Os anunciamos un gran alegría. En Belén de Judá os ha nacido un Salvador”. Que nadie nos la robe.