Javier Avilés
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1 de noviembre de 2025
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Sí, son una multitud inmensa, pero todos tienen su rostro, vienen por su propio camino y traen a cuestas lo que la vida las ha ido dejando sobre las espaldas y en el corazón. Son muchos, pero no son una masa informe: cada uno de ellos tiene sus padres, tuvo sus maestros, cuenta con sus amistades, pero también con sus propias carencias, frustraciones y debilidades. Y, sin embargo, se han esforzado por ser y hacer lo mejor que han podido: «Siervos inútiles somos, hemos hecho lo que teníamos que hacer». No son perfectos, pero llevan en su interior una porción de la santidad que Dios nos ha dado como sello de la casa. No nos iba a dejar el Creador sólo con la marca de Caín, que también es universal.
Por todos ellos y ellas, con toda la multitud de los que hacen creíble la existencia de la bondad en el mundo, damos gracias a Dios por tanta riqueza de testimonios que hoy ponemos en sus manos, para que nos permita reconocerlos, valorarlos y celebrarlos cuando nos encontremos con ellos y, con esfuerzo y perseverancia también nosotros seamos parte de esa muchedumbre.
Fiesta grande donde las haya, esta que hace honor y rinde admiración por la bondad de tantas personas que, a lo largo de la vida de la humanidad y de la de cada uno de nosotros, fueron una bendición de Dios, un respiro de esperanza en medio del derrotismo frente al mal y el pecado. Fiesta de alabanza a Dios, que nos ha dejado su huella sanadora y gratificante en cuantos seres humanos han ejercido, a su hora y con sus propias condiciones, las nobles artes de la amabilidad, el servicio, la generosidad, la abnegación, el perdón, la comprensión, la caridad solidaria, el compromiso responsable y el sacrificio altruista.
Damos gracias por todos ellos y, en ellos, agradecemos a Dios, que se deja sentir en cada instante en el que alguien superó la tentación de vivir sólo para sí mismo y compartió lo que era, sabía o tenía. Que esta fiesta despierte nuestra visión más positiva y destierre la tendencia oscurantista a fijarse sólo en lo que va mal o en las contradicciones que todos tenemos. Que todos los santos nos impulsen a lograr, en el tiempo que se nos haya concedido, ser una ráfaga de esa estela de bondad que a todos nos hace mejores.






