Manuel de Diego Martín

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31 de octubre de 2009

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Estos días pasados ha tenido lugar en Cataluña un debate entre quienes querían cambiar el nombre de las vacaciones de navidad y semana santa por vacaciones de invierno y primavera y los que pensaban que, desde el sentido común, había que dejar las cosas tal como están y ser respetuosos con nuestras mejores tradiciones. Estupendo que haya prevalecido el criterio de estos segundos frente a esos laicistas duros que quieren poner nuestra historia patas arriba.

Y en esta semana estamos sufriendo también otro envite laicista a nuestras santas y piadosas tradiciones. Así pues para celebrar el día de todos los Santos y el recuerdo de nuestros queridos difuntos, una tradición tan entrañable en el pueblo cristiano, que nos trae el redoble dolorido de campanas que nos recuerda el paso de la vida a la muerte y de la muerte a la vida, precisamente estos días las calles, las discotecas, los pubs nos anuncian el Hallowen, carnaval de otoño, con sus disfraces, gorros y bailes y todos los efectos para psicológicos inimaginables para distraer y ahuyentar los miedos a ultratumba. No cabe duda que toda esta historia es un exponente más de nuestra sociedad consumista, que busca por todos los medios productos a consumir no importa al precio que sea.

En esta línea, aunque con un poco más de seriedad, la Asociación laica de Albacete “Carpe diem” nos ha brindado esta semana diferentes actos, algunos de ellos subvencionados con dinero público, para hacer una reflexión sobre la muerte laica. ¿Qué es una muerte laica? Que sepamos, muerte no hay mas que una, y de la que nadie se libra. Los del “Carpe diem” son herederos de esa escuela griega, discípulos de Epicuro, que decía aquello de que el objetivo del ser humano es llevar aquí en la tierra una vida padre, y no preocuparse de la muerte, porque la muerte no existe. Y daba el siguiente razonamiento. Mientras vivimos, la muerte no está en nosotros, y cuando llega la muerte, ya no somos nosotros los que estamos.

El filósofo Heidegger dijo que el hombre es un ser para la muerte y que ésta era la última posibilidad que le cerraba ya todas las demás posibilidades. Nosotros desde la tradición cristiana, decimos que nacemos para morir, pero la muerte se convierte en frontera que nos hace entrar en otra dimensión vital, y que por tanto hay que preparar este trascendental paso. Los de la muerte laica, nos vienen a recordar aquello de Dios probablemente no existe, por tanto no hay que preocuparse; y añaden, la muerte tampoco. Así que venga el carnaval, venga el Hallowen, y comamos y bebamos que esta vida son cuatro días.