Juan Iniesta Sáez

|

21 de abril de 2024

|

219

Visitas: 219

En esta, la cuarta de las siete semanas que completan la Pascua, cada año contemplamos en el evangelio dominical la figura del único Buen Pastor que es Cristo. El que conoce a cada oveja, a cada cual la llama por su nombre, esto es, con un tono personal, el adecuado para cada persona y cada circunstancia de la vida de ésta. El que da la vida por ellas; no como el asalariado, que, en una lógica individualista, tan propia de este mundo moderno, pero también presente en cualquier otro tiempo, mira por su propio interés y no tanto por servir a quien pueda estar bajo su responsabilidad. 

Cristo es el Buen Pastor que, además, no se conforma con tener controlado y sobre seguro a su rebaño, sino que no concibe otra vida que la de quien sale a la búsqueda y al encuentro de esas otras ovejas, que no pertenecen a su redil, porque el dolor de saber que algunas de ellas pueden perderse por los apriscos de la vida lacera su sagrado Corazón y le hiere en lo más íntimo de su ser fraternal.

Por eso no le duele dar la vida por sus ovejas. Más le dolería no darla, sino perderla a jirones ante la impotencia de no cumplir con su misión de llegar a todos. El ser misionero de la Iglesia, como cada una de sus notas fundamentales, no viene del capricho de quienes la rigen o la componemos, sino que es reflejo del mismo ser de Cristo. El que busca a la descarriada, el que quiere hacer escuchar su voz allí donde quizás su mensaje no sea el que cale más fácilmente, pero precisamente por eso es donde tantas veces se necesita más valientemente.

La voz del Buen Pastor que encuentra su eco y prolongación en la voz de los pastores. Es imposible no referirnos, en este domingo, a la situación que vive nuestra diócesis. No le falta, nunca le faltará, la llamada del Buen Pastor. Pero en este tiempo de sede vacante el eco y prolongación primero de la voz de Cristo en esta porción de su Iglesia, es decir, la voz del sucesor de los Apóstoles que es el obispo, la echamos en falta. Por eso, con sentimiento de profundo agradecimiento a Don Ángel, como a sus predecesores, por ser reflejo del pastoreo de Cristo en nuestra tierra, reforzamos con conciencia de su necesaria guía, la petición a Dios de que abastezca pronto a la diócesis de Albacete de un pastor según Su corazón misericordioso y solícito por la entrega generosa de la vida en favor de sus ovejas, las de su propio redil y las que permanecen en las periferias existenciales del mismo.

 

Juan Iniesta Sáez

Párroco de Peñas de San Pedro