Antonio García Ramírez

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9 de febrero de 2025

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Trabajo que desgasta.
Alejado de Jerusalén por la distancia y de Nazaret por el rechazo, el lago de Galilea es el mundo de Jesús antes de dirigirse a Jerusalén para cumplir su misión: dar su vida por nuestra liberación. En ese lago abundan personas que cargan con sus propias historias. Su día a día está marcado por encuentros con enfermos, endemoniados y pecadores… gente que acude a ver, juzgar y no actuar. Estos episodios desgastan a quien entrega su vida. La entrega generosa tiene un precio, y ese precio es el cansancio y el desgaste: “Hemos estado toda la noche trabajando y no hemos conseguido nada”.

 Subir a la barca: vivir la fe dentro de la Iglesia.

En esta crisis apostólica, Jesús opta por llamar a más personas. Se embarca con Pedro mar adentro, echa nuevamente las redes y acompaña la noche de sus discípulos. Este dinamismo, propio de quien ejerce la autoridad desde abajo y con conocimiento del mundo en el que vive, permite a Jesús educar verdaderamente a la futura Iglesia. En la barca, en medio de la noche en la que no se pesca nada, en las conversaciones llenas de lágrimas y decepción… allí se puede escuchar con fe la Palabra de Dios. Es en la aceptación de nuestros límites e impotencias donde la fe mueve montañas. Una vez más, el mar Rojo se abre y nos conduce hacia la luz de la Resurrección.

 Conversión en pescador.
En este escenario turbulento, entre las sombrías aguas del lago, se revela el significado de la llamada del Señor para Pedro y sus compañeros. En este inicio evangélico, lleno de verdad y profundidad, nos vemos reflejados en nuestras ansias y decepciones. En nuestros proyectos y riesgos hay verdadera confianza humana. La fidelidad hace posible el porvenir de la Iglesia que es llamada. Como el segador, como el pescador… estamos llamados a cosechar, a sacar del mar lo valioso que hay en la humanidad, a participar en la recuperación de lo que se creía perdido. Somos pescadores de hombres, llamados a unir lo desatado, reconstruir lo roto y revivir lo que dábamos por perdido.