Manuel de Diego Martín
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19 de enero de 2013
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Hoy celebramos la jornada mundial del emigrante y refugiado con el lema: “Migraciones: peregrinación de fe y de esperanza”.
Y una año más el Papa Benedicto nos ofrece un bello mensaje para hacernos tomar conciencia de cuál debe ser nuestra actitud ante este reto de las migraciones. El Papa comienza por recordarnos la dignidad de todo ser humano y cómo la Iglesia debe acompañarlo en su peregrinar por conseguir una plenitud de vida. Que nadie le arranque el derecho a vivir con dignidad. Por otra parte el Papa nos pide que se cuide su dimensión religiosa porque la posibilidad de encontrarse con Cristo le abre a todas las demás posibilidades.
Nuestros Obispos han recogido este Mensaje y lo van aplicando a nuestras realidades socioeconómicas con sus desajustes y crisis. No deben, dicen, pagar ellos nuestros platos rotos, ni añadir más sufrimiento si se puede evitar. Y nos marcan algunas pautas a seguir: Hay que reforzar la solidaridad y trabajar con todas nuestras fuerzas por conseguir su integración. Que puedan encontrar una formación que les abra camino y que no les falten esas ayudas sociales necesarias para vivir con un poco de dignidad. También nos recuerdan que debemos ayudarles a cultivar su dimensión religiosa, para que puedan ser miembros de pleno derecho en nuestras comunidades parroquiales.
Como vemos el hoy de la Iglesia es de una preocupación admirable por los emigrantes. Pero podemos decir que esta preocupación la lleva la Iglesia en sus genes, y, por tanto, ha sido la preocupación de todos los tiempos. Este año celebramos los sesenta años en que el Papa Pío XII publicó la constitución “Esxul Familia” que marcó un hito en el magisterio. Hace un estudio histórico de cómo fue esta atención en los primeros tiempos, y recuerda aquello de S. Ambrosio que ante las barbaridades de los Bárbaros, por ayudar a las familias desplazadas vendía los tesoros de la Iglesia diciendo que “era mejor salvar almas para el Señor que conservar objetos de oro”.
Y cuenta los esfuerzos de la Iglesia en la Edad Media, Moderna y Contemporánea por ayudar a todos los pobres emigrados y desplazados por las grandes guerras, catástrofes naturales o hambrunas. Y el mismo Papa marca pautas a seguir en esta ayuda.
Nos llena de alegría saber que la Iglesia ha hecho tanto y seguirá haciendo lo mismo. No puede ser de otra manera entre los seguidores de Jesús quien se compadecía de toda miseria humana.