José Antonio Abellán Jiménez

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6 de febrero de 2021

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Síntoma de peligro. La temperatura corporal aumenta contrarrestando una enfermedad o padecimiento interno, generalmente invisible a los ojos. 

Siendo niño, si había calentura, recuerdo tiernamente al abuelo dándome un tazón de leche caliente con una yema de huevo batida y un chorreón de coñac, y con esa carga medicinal, a la cama, a sudar toda la noche y a echar los sapos fuera. 

El movimiento evangelizador-misionero de la historia cristiana, salvo calentones o calenturas, ha sido y es siempre una constante en la vida eclesial que tiene 2 principios de impregnación que actúan de forma simultánea (léanse los innumerables textos pastorales que tenemos de la Iglesia primitiva): 

– Un principio identificativo. Entra en una cultura, encuentra expresiones nuevas, descubre las ideas principales, adopta costumbres y encarna a Cristo en ella. 

– Un principio crítico. Entra en una cultura, encuentra aspectos que contradicen las enseñanzas de Cristo, las critica, y encarna formas de vida alternativas y evangélicas. 

Ambos principios conforman una vida que ofrece un “SI” y un “NO”, tanto individualmente, como comunidad creyente; Y tienen algo común y transformador: Lo que es el alma en el cuerpo, así es el cristiano en el mundo.No destaca por exterioridades especiales, sino por una vida y conducta peculiar admirable y que, por confesión comunitaria, acaba siendo sorprendente y atractiva en los negocios, en la vida afectiva y sexual, en la unidad de hombres y mujeres, en la confianza, la oración, en la presencia del espíritu divino, en atender enfermedades, desigualdades y pobrezas, en el esfuerzo y la paciencia del amigo resucitado, etc. 

Itinerario sencillo: Llaman a Jesús, llega, toca, cura y la suegra de Pedro se levanta y ayuda. 

¿De dónde proceden, pues, ciertos calentones que nos dan, derivando en actitudes que aquejan a todo el cuerpo eclesial? ¿Qué enfermedad provoca tales calenturas? ¿Será que Jesús no ha llegado, por mucho que vociferemos? ¿Será que no nos dejamos tocar y curar de padecimientos internos, no detectados, y que repelen? ¿O la referencia es el `yo´, y quien alimenta el `yo´? ¿Será que no queremos levantarnos y salir de la cama confortable? ¿O será que no queremos servir? 

En fin, como decía el abuelo. ¡Si tienes fiebre, acuéstate! Es mejor no padecer y no contagiar. Llama, reza, suda, cura, expulsa la enfermedad y cuando la calentura pase, hablamos. ¡Mientras, ya sabemos, distancia y mascarilla!