Rubén Gómez Magdaleno
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23 de septiembre de 2023
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]L[/fusion_dropcap]a parábola de los jornaleros de la viña es una de las más difíciles de interpretar, debido a que pudo estar dirigida a los fariseos, que criticaban el acercamiento de Jesús hacia los pecadores, como refleja la parábola lucana del hijo pródigo. O pudo referirse a los discípulos, cuando poco antes Pedro le preguntó a Jesús qué recibirían en recompensa por haberlo dejado todo y seguirle, en comparación con el joven rico. También cabe que señalara la posibilidad de que los primeros judeocristianos miraran con superioridad, y recelo, a los paganos recién convertidos al cristianismo. En cualquier caso, el tema de fondo son los méritos que uno consiga ante Dios, con la expectativa de una proporcional recompensa final.
Esta cuestión aparece en varias parábolas del judaísmo rabínico: comparando la larga trayectoria del pueblo judío frente a los neo-conversos de otra procedencia; o contrastando el tiempo que un rabino se haya dedicado al estudio y enseñanza de la Ley de Dios, frente a lo productivo que haya sido. En sus planteamientos y conclusiones hay cierto paralelismo con la parábola del evangelio, pero lo que Jesús quiere destacar es que al final, nadie tendrá menos de lo prometido y muchos tendrán más de lo que nos parecerá justo, si entramos en comparaciones. Porque la bondad y la misericordia de Dios rebasan nuestros cálculos humanos. Como Él nos dijo por el profeta Isaías: «vuestros caminos no son mis caminos».
Si trasladamos esta temática de nuestros méritos y la recompensa que esperemos, frente a la gratuidad y generosidad, en nuestro día a día; podremos observar en el trabajo a personas que, además de hacer eficientemente su tarea, sacan tiempo para ayudar a sus compañeros, sin pedir, ni esperar nada a cambio. O, cómo una madre trabaja sin horarios, con todo el amor del mundo, para llevar adelante a una familia. De manera similar, qué clase de amigo lleva cuentas de los favores que le hace a otro. También nos podríamos preguntar; si sabemos vivir una sana competitividad; por ejemplo, reconociendo las buenas cualidades que tengan otros, o alegrándonos por los logros que obtengan los demás. Y por otra parte también; tener paciencia, ser comprensivo y ayudar a quien lo necesite.
Detrás de un cortejo fúnebre nunca se ha visto un camión de mudanzas, y de esta vida solo nos llevaremos el gozo y la honra de todo lo bueno que hayamos hecho en este mundo, nuestra contribución por el bien de la humanidad, en nuestras relaciones personales. Es decir, nuestra colaboración porque la voluntad de Dios reine en este mundo.
Sobre la conclusión de parábola: «los últimos serán primeros, y los primeros últimos». Los que se vean como últimos, alcanzarán el mismo lugar que los primeros, y los que se crean con derecho a ser los primeros, se sentirán relegados, como últimos, al pensar que obtendrían más de lo acordado, por compararse con los últimos. Porque la recompensa será para todos la misma; un denario, el salario base, lo mínimo para vivir un día en tiempo de Jesús. Es decir, todos los que trabajen en la viña del Señor obtendrán lo fundamental, la vida eterna.
Pero lo más importante es la actitud del dueño de la viña, de Dios, y es su bondad, para dar a todo aquel lo que necesita. Primero la vida, representada por el empleo que dignifica a la persona posibilitando su auto-realización. Y después la recompensa de nuestros esfuerzos y logros, representados por el denario. Esa bondad gratuita de Dios sería la actitud a imitar por nosotros, para no estar echando cuentas de si tal persona se merece nuestra ayuda, nuestra simpatía, o nuestra sola atención, guiándonos por lo que, le debamos, o por lo que pueda reportarnos de interés en un futuro. Porque, como dijo Jesús, según el apóstol Pablo: «se encuentra mayor alegría en dar que en recibir».
Rubén Gómez Magdaleno
Cooperador Parroquia de Yeste y añejos