José Joaquín Tárraga Torres

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19 de enero de 2025

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El Evangelio hoy centra su atención en María. Ella estaba invitada a la boda, y Jesús y sus discípulos también. En este primer signo de Jesús, realizado en compañía de aquellos que Él ha elegido, es María quien toma la iniciativa, quien invita, quien nos deja sus últimas palabras inscritas en el corazón de todos: “Haced lo que Él os diga”.

Es María quien ocupa el papel central para cederle el protagonismo a Jesús. Ella, la Madre, nos señala una vez más dónde está el centro de nuestro seguimiento. Nuestra misión consiste en hacer lo que el Señor nos proponga.

Es muy bonita la imagen de Jesús con sus discípulos. Él los ha elegido, y ahora comparten su vida, sus ilusiones, sus proyectos y los acontecimientos cotidianos. Jesús está invitado a una boda, y también los suyos. Son su familia. Aquellos que son importantes para Él y que, por ello, no pueden faltar a su lado.

¡Qué bueno es sentirse familia, cercanos a Jesús! El Señor también te ha buscado y te ha hecho uno de los suyos. Te quiere a su lado, compartiendo sus proyectos. Nuestro Dios no es un Dios lejano ni inerte; es el Dios de la amistad, de la compañía. Ser seguidor de Jesús es sentirse parte de una familia. Es dejar de hacer planes a nivel individual para planificar desde una perspectiva familiar y comunitaria.

El primer signo de Jesús es convertir el agua en vino. No permitió que se apagara la alegría de la boda. Jesús hace posible que la alegría continúe, que la fiesta no se detenga. Y María sabe muy bien quién es el que puede dar alegría a tu vida y a tus planes. Ese es Jesús, y por eso invita a todos a escucharle: “Haced lo que Él os diga”.

Nosotros seguimos sus huellas, seguimos creyendo en Él. Seguimos queriendo escuchar sus palabras y cumplirlas en nuestra propia vida. Y así, juntos, tú y yo, nos sentimos familia: seguidores y discípulos del Maestro que siempre inunda todo de alegría.