Manuel de Diego Martín

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13 de abril de 2013

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Un año más la Delegación diocesana de la Familia ha celebrado su semana de reflexión sobre lo que entendemos y deseamos que sea la familia cristiana. Tres ponencias con sus respectivos debates han marcado la temática de estos días.

En primer lugar se habló de la familia como santuario de la vida. En ella nace, en ella crece y con sus mejores cuidados debe morir. En otra ponencia se analizó cómo deben ser las relaciones marido y mujer para que crezcan siempre en amor y comunión para evitar la gran catástrofe de las rupturas que tanto sufrimiento conllevan. En tercer lugar cómo debe ser el cuidado y educación de los hijos para abrirnos todos a un futuro de plenitud.

Se repitió por activa y pasiva aquello de que el futuro de la humanidad, la buena o mala salud de una sociedad, lo marcan las familias. Hoy mismo se constata que gracias a la solidaridad de las familias se hace soportable para muchos el gran drama que está suponiendo la crisis económica. Dado que esto es así, se constaba de que no se hace comprensible cómo en muchos ambientes, medios de información, ideologías reinantes hay como un jaque mate para destruir los valores de la familia tradicional. Esto es como jugar a la ruleta rusa.

El Sr. Obispo clausuró estas jornadas agradeciendo de todo corazón a todas aquellas asociaciones diocesanas que trabajan por la familia y por la vida, por el inmenso bien que están haciendo a nuestra sociedad. Y nos recordó un poco en dónde están los grandes riesgos de la familia, al traernos a colación unas palabras del Papa Benedicto donde denunciaba lo que ha venido en llamarse la ideología de la desvinculación. Es decir en un feroz individualismo, nadie está vinculado a nadie, nadie depende de nadie, cada uno vive a su aire y en su mundo. Esto es la destrucción de la familia.

La familia es el santuario de los vínculos más profundos y más llenos de amor. Fuimos creador por Dios a imagen y semejanza suya. Hombre y mujer los creó está escrito en el primer libro de la Biblia. El matrimonio, la familia deben ser la fotocopia de ese Dios que es una comunidad de amor. Cuanto más se viva el amor y la comunión en las familias más se realiza el proyecto del Creador que quiere una humanidad con futuro.