Manuel de Diego Martín

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29 de diciembre de 2007

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Hoy es tema obligado escribir sobre la familia. Dos razones poderosas lo avalan. En primer lugar porque celebramos la fiesta litúrgica de la Sda. Familia. En este domingo la Iglesia quiere recordarnos que en la familia de José, María y Jesús encontramos el paradigma, es decir, el modelo de familia tal como el Creador la pensó; reconocemos la familia escrita y configurada en el disco de nuestra conciencia humana, cuando ésta no ha sido borrada por malos virus; encontramos la familia tal como la ha propuesto la Iglesia a lo largo de los siglos inspirada en la Palabra de Dios y en el Magisterio.

Otra razón que avala el incidir en este tema, es que deseamos unirnos desde esta página a esa gran celebración de la familia cristiana que tendrá lugar este domingo en Madrid. La familia tal como se dice y se repite está en crisis.

La familia en los países occidentales parece que tiene una enfermedad que se está volviendo crónica y que puede tener graves consecuencias para el futuro de una sociedad que quisiéramos soñar equilibrada y armónica.

Mirando a nuestra patria, mal que nos duela, tenemos que reconocer los que un día cantábamos de la mano de Manolo Escobar que nosotros éramos los mejores, hoy tenemos que cambiar el chip y en lo referente a la familia cantar la palinodia de que nosotros somos los peores.

Hay muchos indicadores que me avalan para atreverme a hacer esta triste afirmación. Me apoyo en estadísticas que he leído estos días en diferentes medios y que no hay cabida aquí para hablar de porcentajes y números. Aunque nos falte rigor científico, si podemos sacar algunas conclusiones que nos ayuden a situarnos ante el problema.

En las políticas de ayuda familiar en relación al PBI los españoles viajamos en el furgón de cola, acompañados de Polonia. En cambio en la tasa de abortos vamos abriendo camino en el pelotón de cabeza. En los índices de natalidad vamos también muy a la cola, mientras que en lo de los divorcios nos hemos espabilado tanto con el expres que ya no hay quien nos gane, hemos copado ya los primeros puestos. También en el fracaso escolar, en le que tanto tienen que ver los desajustes familiares que nos envuelven, somos campeones. Total que en todo lo bueno viajamos con el coche escoba, y en lo malo vamos tirando del pelotón de cabeza. ¿No es esto preocupante?

Y para poner la guinda en el pastel, para colmo de males, mientras hay problemas familiares tan graves y tan hondos, nuestros gobernantes emplean sus energías en dictar peregrinas leyes que a la familia de toda vida, ya enfermita de por sí, parece que intentan darle la puntilla. Tal vez por eso algunos se afanan que llegue enseguida la eutanasia para tener al menos una muerte dulce.

¿Qué futuro nos espera? ¿Es que hay futuro? Claro que sí, es preciso que la racionalidad se imponga y el sentido común también. Y los que creemos en Jesús que sigamos pensando que aquella humilde familia de Nazaret puede seguir siendo un gran referente para marcar el futuro de nuestras familias.