Carmen Escribano Martínez
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14 de diciembre de 2025
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La experiencia de la luz llega a todas nuestras ciudades y pueblos; el encendido navideño ha cobrado protagonismo en toda nuestra geografía. Cada año este evento es mejor que el anterior, y se nos invita a todos a entrar en esta experiencia en la que la vista y el oído nos llevan al asombro y a la contemplación. Miramos hacia arriba para ver el espectáculo que se nos ofrece… y es que en la vida es importante mirar hacia lo alto, con ojos y oídos bien abiertos y atentos para sentir y dejarnos envolver por lo que se nos ofrece.
La iluminación exterior nos está dando una pista de que la Luz es posible: de que la Luz del amor es posible, de que la Luz del diálogo es posible, de que la Luz de la convivencia es posible, de que la Luz de la paz es posible. Pero para esto hay que enderezarse, hacerse grande en vez de quedarnos encorvados o encogidos por nuestros propios miedos, convencimientos y prejuicios. Hay que estar atentos para ver la luz y escuchar la música que todos tenemos dentro.
Estamos esperando la Navidad, pero con una espera activa; estamos en marcha y siempre caminando. La luz ilumina y hace brillar las cosas; también pone de manifiesto el contraste con la oscuridad y las sombras. Y es que todos tenemos luces y sombras, y solamente cuando reconocemos esto somos capaces de comprender las sombras de los demás y reconocer las luces que otros tienen. Pero la iluminación exterior, esa que contemplamos como niños asombrados, también nos tiene que animar a encender nuestras propias luces. Aunque a veces nuestras mechas estén cortas y estén casi apagadas, hay que buscarlas y prenderlas … merece la pena ser el regalo de la Luz a nuestro alrededor e ir preparando el regalo de la Navidad que llama a nuestras puertas.






