Manuel de Diego Martín

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29 de noviembre de 2014

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Cuando estudiaba humanidades en el seminario menor recuerdo que nos dijeron que Europa significaba la de los ojos grandes. El martes pasado tuve la suerte de escuchar en directo el discurso del Papa al Parlamento Europeo y no puedo por menos que reconocer que en algunos momentos sentí una gran emoción a oír al Papa, el Vicario de Jesús de Nazaret, decir palabras tan hermosas y a su vez tan aplaudidas para ayudar a esta Europa a tener los ojos abiertos en este momento histórico.  

Tengo que reconocer que me dio mucha pena el que algunos europarlamentarios, precisamente españoles, abandonasen el Hemiciclo tal vez diciendo: “¿Este tío que hace aquí? ¿Quién le ha dado vela en este entierro?”.

Ciertamente la voz del Papa es una vela, es una luz que nos puede ayudar mucho en estos tiempos. El mismo nos recordó que no podemos convertir el Mediterráneo en un entierro permanente, en un gran cementerio, ni podemos hacer del hombre un pobre objeto, un muñeco a merced de los intereses económicos y financieros. Hacerle moneda de cambio a intereses particulares, es otra manera de llenar nuestras calles de cadáveres ambulantes. No queremos cementerios ni tampoco seres humanos deshumanizados por las calles.

El discurso giró en ver cómo podemos salvar ante todo a la persona y su dignidad. El hombre tiene una dignidad transcendente. No se le puede convertir en objeto, algo que aquí empieza y aquí acaba. Para el pensamiento cristiano, en el que Europa hunde sus raíces, el hombre viene del cielo y hacia él debe encaminarse. Y quien mejor nos hace entender qué significa ser hombre es Jesucristo, que unió el cielo y la tierra. El Papa nos recordó que somos herederos de la filosofía de Platón que nos hace mirar al cielo, y la de Aristóteles que nos hace mirar a la tierra. Lo importante es unir estas dos miradas para salvar la grandeza y dignidad del hombre. Esta es la misión del cristianismo.

Por eso el Papa terminó con estas bellísimas palabras invitándonos a todos a la esperanza. Decía así: “Hay que promover una Europa protagonista, transmisora de ciencia, arte, música, valores humanos y también fe. La Europa que contempla el cielo y persigue ideales, la Europa que mira, defiende y tutela al hombre, la Europa que camina sobre la tierra segura y firme, precioso punto de referencia para toda la humanidad”. ¡Qué palabras más hermosas para animar a Europa a tener los ojos abiertos y marcar caminos de luz para los cinco Continentes.