Manuel de Diego Martín
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7 de octubre de 2006
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Estos días he podido leer en algunos editoriales reflexiones sobre la droga en nuestros adolescentes y la alarma social que se produce ante las encuestas que nos hacen ver que nuestros adolescentes de catorce a dieciocho años van cayendo cada día más en el infierno de la droga.
Decía uno:”algo fundamental falla a nivel colectivo cuando una sociedad se enfrenta a un correoso arraigo de las adicciones de la droga en su población juvenil…” Algo falla, pero ¿qué falla? Se están haciendo campañas pedagógicas, en los centros escolares hay cada vez más presencia policial, entre los padres hay más preocupación por el tema, y sin embargo la plaga continúa creciendo. ¿Qué más se puede hacer?
Tal vez sí pudiéramos añadir algo más a todo lo que se está haciendo. Es necesario, naturalmente, erradicar las redes mafiosas; en imprescindible que la policía se haga presente más y más en los ambientes juveniles, es urgente como dice la Ministra de Sanidad, que los chicos lleguen a ver las orejas al lobo porque se les informa claramente de los riesgos que corren en su salud; es necesario, cueste lo que cueste en esta sociedad tan estresada, que los papás estén muy cerca de sus hijos…. Si todo esto es necesario, pero para mí lo absolutamente necesario es la educación en valores de los niños desde su más temprana edad. Es lo que algunos llaman el componente ético para la solución.
Por todo esto, tenemos que reconocer qué hermosa labor educativa se está haciendo en las parroquias con las catequesis de los niños, aunque a veces sintamos cierta frustración porque quisiéramos algo mejor. . La catequesis conlleva en su misma esencia una gran educación en valores. Nos lo recordaba el Papa Benedicto en Munich, en su último viaje a Baviera, hablando a los niños de comunión y a los papas en un encuentro que tuvo especial con ellos. En resumen les decía el Papa que el camino de Jesús nos llena de luz, nos hace salir de las tinieblas, las mentiras, las ficciones, el mal en general. Desde su luz nos vamos convirtiendo en personas buenas que tienen vida y vida abundante porque Jesús en la verdadera fuente de la vida.
Así pues, en esta hora de confusión, de dolor y de búsqueda de soluciones al tema que nos envuelve, quiero añadir, mirando a las familias cristianas, entre las que con el mejor deseo del mundo se van arbitrando, otra solución más: la catequesis de sus hijos como hay un gran filón de ayuda y esperanza.