Carlos Manjón Requena

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28 de septiembre de 2025

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«Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico» (Lc 16, 20-22).

Son muchas las fronteras con conflictos bélicos y otras en una calma tensa que podrían saltar por los aires en cualquier momento. Todos estos conflictos tienen un denominador común: son guerras por un territorio. Las más impactantes son las de Ucrania y Palestina, ambas las fronteras más débiles ante Rusia e Israel. Son muchos los estados que están mediando para, al menos desde el diálogo y la política, conseguir la paz deseada. El tiempo nos está mostrando y demostrando que la paz no pasa por los corazones de sus dirigentes

Las fronteras están sangrando, y el corazón sangra por donde se ama. Las iglesias locales y las comunidades cristianas deberíamos hacer nuestro el dolor de las fronteras. En ellas hay vidas con nombres e historias concretas que se muestran indefensas ante un poder anónimo y oscuro que las condena a una muerte segura. Os propongo no perder de vista lo que cae de la mesa del rico, como son tantos esfuerzos silenciosos y desconocidos que intentan, a través de la diplomacia, parar el inmenso dolor y esta barbarie.

El Papa León XIV insiste en recordarnos que no existen conflictos lejanos cuando la dignidad humana está en juego y que la diplomacia debe funcionar para acallar las armas. Las naciones deben mirar al futuro con obras de paz y no con violencia y conflictos sangrientos.

Cada domingo nos sentamos a la mesa en la que no hay ni ricos, ni pobres, ni santos, ni pecadores. Tan solo es necesario querer sentarse a la mesa con un compromiso revisable de compartir lo poco o mucho que tengamos.

Es ineludible, porque es evangelio puro, estar atentos a los Lázaros que están sufriendo en las fronteras lejanas, y a los Lázaros que están en las fronteras más cercanas, como decía el Papa Francisco, «los santos de la puerta de al lado».

¿Te compadeces ante las duras imágenes cargadas de muerte, desolación y éxodo que abren tus mañanas y cierran tu día?

Cuantas veces nos decimos ser «católicos». Ser católico significa hacer nuestros los esfuerzos y la manera de mirar de la Iglesia, en la persona del Papa, y de tantos gobernantes que trabajan por la paz. Hemos oído hablar del peso moral de la Iglesia Católica para conseguir la paz. No es un peso del pasado o estático, sino sostenido e impulsado desde todas las comunidades e iglesias locales que buscan imitar a aquel que fue capaz de sentar a su mesa a los que se encontraban en las fronteras de la vida.