Carmen Escribano Martínez
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1 de diciembre de 2024
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Comenzamos el mes de diciembre con sus luces y su ambientación, que nos traen el aroma de la Navidad. Quiero compartir con ustedes las sensaciones tan contradictorias que me invaden. Aunque la Navidad me gusta mucho, este año esa alegría está empañada por diversos asuntos, pero uno en particular destaca: la DANA y el desastre que ha dejado a su paso me entristecen profundamente.
No sé si han escuchado el estremecedor relato del magnífico y reconocido escritor Santiago Posteguillo sobre lo vivido en Paiporta. Creo que se ha hecho viral, y, con su maravillosa prosa, ha sabido relatar con realismo lo que sufrieron. Para mí, resulta sobrecogedor cuando describe cómo pasaron una noche, una mañana, y no había nadie. Pensaban que al día siguiente llegaría ayuda, pero tampoco llegó; y así transcurrió un tercer día sin auxilio… hasta que comprendieron que debían salir por sus propios medios.
Sin ánimo de comparación, la cadencia del relato me recordó al relato bíblico de la Creación, pero a la inversa: pasó una tarde, pasó una mañana, el primer día… Y mientras que en la Creación cada día traía algo nuevo y bello, aquí parecía que todo lo creado estaba destinado a desaparecer, como si llegara el fin del mundo.
Esta catástrofe conecta perfectamente con el Evangelio del día: “Vendrán muchas calamidades, pero no temáis; se acerca el día de vuestra liberación”. Se nos invita a caminar con la cabeza en alto, evitando que nuestra mente se embote. Para que esto sea posible, no debemos acostumbrarnos a vivir con un corazón insensible y endurecido, de espaldas al Padre del Cielo y a sus hijos que sufren en la Tierra. Es necesario pedir la fuerza de lo Alto, hacer a Dios presente en nuestra vida para reavivar la confianza y despertar la esperanza.
Debemos empatizar, es decir, intentar ponernos en el lugar de aquellos que han perdido a sus familiares, sus casas y sus trabajos, y hacerles un espacio en nuestra Navidad.
Rafael Álvarez, “El Brujo”, lanza un mensaje inspirador para los vecinos de las poblaciones afectadas. Citando a Johananda, dice: “Todo pasará, y lo único que salva es el Amor. Crea un trono de Amor en el centro de tu corazón y vive para él. Aférrate a las cosas luminosas”.
Los cristianos celebramos el Adviento para preparar el camino hacia el nacimiento del Amor, el Hijo de Dios encarnado y hecho uno de nosotros. Con mi más sincero pésame y solidaridad para todas las víctimas de la DANA, ¡Feliz Adviento!