Manuel de Diego Martín
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25 de febrero de 2012
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Coincidiendo con el inicio de la Cuaresma, Caritas Española ha hecho su informe anual sobre la situación de pobreza en que nos encontramos los españoles. Este año somos más pobres todavía que el año pasado. Otro dato que nos preocupa es que la diferencia de pobreza se acentúa entre las diversas regiones autonómicas, mostrando la falta de solidaridad estructural existente entre las diversas autonomías, cuando el principio rector de un estado social es que haya solidaridad entre sus pueblos.
Las cifras que nos ha dado su presidente Sebastián Mora sobrecogen el alma. Aquí no se trata de dar cifras según las conveniencias de partido, son las que son, dadas por una Institución, Caritas, cuyo único interés es ayudar a los más empobrecidos. Nos habla de once millones de pobres y seiscientos mil hogares en los que ningún miembro aporta un salario suficiente. Gracias al colchón de la familia y a las Instituciones de la Iglesia que refrigeran un poco el ambiente, conseguimos que no salten chispas incendiarias. Gracias precisamente a estas dos instituciones, familia e iglesia, tan poco queridas por mucha gente.
El Papa nos ha enviado su mensaje de Cuaresma con este lema: “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras”. Aquí está el quid de la cuestión. En un mundo que resbala hacia posturas individualistas, donde cada uno va a lo suyo y donde quien más puede más tiene, Benedicto nos interpela para que nos fijemos en nuestros semejantes y abramos los ojos a sus necesidades. Nos invita pues a salir de nuestra vida mediocre e insolidaria
El Papa nos invita también a mostrar una preocupación, incluso prioritaria, por compartir los bienes del espíritu, por aquello de que no sólo de pan vive el hombre. Tenemos que fijarnos para ayudarnos a caminar por caminos de verdad y de justicia, buscando siempre a Dios. Pues una preocupación prioritaria debe ser que todos puedan conseguir la vida eterna. Una vez más nos recuerda aquello de que una sociedad que abandona Dios acaba aplastando al hombre. Fijémonos los unos en los otros para estimularnos en el camino del bien para vivir una vida santa que nos lleve a la vida eterna.