Luis Enrique Martínez Galera

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4 de mayo de 2013

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La cruz procesional o alzada se encuentra en todas las parroquias, presidiendo en el presbiterio o abriendo procesiones litúrgicas o parroquiales. Algunas de ellas son verdaderas obras de arte realizadas en plata o en metal plateado y dorado. La Parroquia de Jorquera guarda una de ellas, que viene a ser una de las piezas más significativas de la platería murciana, y una de las cruces procesionales más significativas que conservamos en la Diócesis. Se trata de una soberbia cruz procesional del siglo XVI, plenamente manierista, documentada, según contrato notarial en 1574, obra de los plateros Miguel de Vera y Juan Ortiz, en la ciudad de Murcia.

Llama la atención su recortada silueta, por la serie de cueros retorcidos que sobresalen de la línea de la cruz, así como los pequeños querubines que rematan los extremos de la misma, dándole al conjunto un aire de encaje repujado y cincelado que unifica la totalizad de la pieza. Responde al modelo de cruz cruzada o recruzada al rematar los extremos en cruz.

Destaca su rica decoración iconográfica. En la delantera, tras el Crucificado, se encuentra en un medallón central de mayor desarrollo, la ciudad de Jerusalén, y a ambos lados en los extremos, enmarcados en sendos medallones, se encuentra la Virgen Dolorosa y San Juan conformando con el Crucificado el Calvario. Los medallones con el Pelícano y la Magdalena se sitúan en el vertical, arriba y abajo, mientras en los intermedios de los brazos se representan, también en medallones, los apóstoles Pedro y Pablo de busto barbado; en el vertical se encuentran la alegoría de la fe, arriba, con el cáliz, y la de la fortaleza abajo, con la columna. La trasera está ocupada, como es de costumbre por la Virgen, en este caso la Asunción, titular de la parroquia, en el medallón del crucero; en los cuatro extremos los cuatro evangelistas: San Juan, arriba y San Mateo, abajo; San Lucas en el derecho, y San Marcos en el izquierdo, todos ellos sentados y con su símbolo evangélico correspondiente; en los medallones intermedios se encuentran representados cuatro apóstoles de difícil identificación; en el vertical se representan las virtudes de la esperanza con su ancla y la justicia con la balanza, de cuerpo entero, como en el anverso. Algo especial es la figura del Crucificado. Es una obra de máxima calidad y belleza, con un magnífico estudio de la anatomía de un cuerpo muerto, delgado y perfecto.

Algo especial es la figura del Crucificado. Según García- Saúco  “la figura del crucificado es obra de máxima  calidad y belleza, con un magnífico estudio de la anatomía que nos recuerda el cuerpo muerto de Jesús, apolíneo, delgado y perfecto. Es una imagen de elevado canon y muy correcta de formas. La cabeza,  suavemente inclinada y coronada de espinas, ofrece abundante cabellera  que parece recortada a buril, con lo que acentúa el  sentido del claro-oscuro. El cuerpo, bellamente modelado, realza su belleza clásica  al presentar un escueto paño de pureza (de plata dorada) anudado a la derecha”.

Tenemos ocasión de poder contemplarla con motivo de las procesiones de la llegada y despedida de la Virgen de Cubas y en la del Corpus, que son los momentos en los que la magnífica cruz se muestra públicamente.