Manuel de Diego Martín
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18 de noviembre de 2006
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El domingo pasado celebrábamos el “Día de los sin Techo” Caritas nos invitaba a reflexionar sobre esa realidad de los más de treinta mil seres humanos sin casa. A esto se añadía esos trescientos mil que viven en viviendas insalubres e infrahumanas. Como tema colateral a la reflexión del día se podía pensar en el sufrimiento, en los sacrificios tremendos que tiene que hacer santísima gente para conseguir una humilde vivienda.
Y mientras reflexionamos sobre este hecho, ¡zass! salta la tercera fase de la operación “Malaya” Ahí está la lista de corruptos que no cesa. Así pues alcaldes, concejales, constructores, banqueros, administrativos, famosos…. todos al trullo por ladrones.
De niños nos decían que con el fuego no se juega, porque se puede provocar un incendio. El otro día decíamos lo mismo en una reflexión con el agua. Puesto que el agua es vitalmente necesaria y escasa habrá que cuidarla con toda responsabilidad, distribuirla con toda justicia evitando guerras absurdas entre las regiones.
Hoy el grito de nuestra reflexión es una llamada a la conciencia para ver lo que está pasando con la vivienda. No pueden robar a manos llenas aquellos que tienen la misión de construir casas para que todos tengan una vivienda digna. ¿Qué está sucediendo en la geografía española que la corrupción urbanística despunta por aquí y por allá como los hongos después de una lluvia otoñal? Creíamos que las Autonomías acercando la administración a los problemas reales de la gente, iban a ser una solución. Y esto nada de nada. Los que tienen que guardar la viña no se enteran o miran a otro lado. O más grave aún, los que más cerca están, más se manchan las manos.
Muy enferma debe estar nuestra sociedad cuando pasan cosas como estas. Por una parte no sabemos repartir el agua con equidad y justicia, y por otra, la construcción de viviendas se convierte en un hampa, es decir, en un lugar propicio para robar a manos llenas. Así pues, mientras pasan estas cosas, poco puede ilusionarnos eso de reformar los estatutos, ¿para qué? Lo que hay que reformar antes que nada son las conciencias.