Manuel de Diego Martín

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31 de enero de 2009

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En el Barrio de la Vereda, Carretera de Jaén, se encuentra un edificio llamado “Casa de Ejercicios”. Muchos ya saben a qué me refiero. Pero algunos se preguntarán: ¿Casa de ejercicios, casa para hacer gimnasia? ¿Una casa de rehabilitación? ¿De qué se trata? Hablamos de un una casa de ejercicios espirituales. Y eso ¿qué significa? Hace más de cinco siglos que S. Ignacio de Loyola inventó aquello de los “ejercicios espirituales”. Esto consiste en pasar unos días lejos del mundanal ruido, ejercitando el espíritu, es decir, orando, escuchando la Palabra de Dios, reflexionando, intentando descubrir lo que Dios quiere de cada uno de nosotros para vivir en consecuencia.

Después de estar unos cinco años cerrada esta casa para hacer las reformas necesarias, por fin, el lunes pasado se abrió de nuevo. La han estrenado los sacerdotes de la diócesis haciendo en ella sus ejercicios espirituales de cada año.

¡Cuál ha sido mi emoción al volver a pisar este suelo, entrar por la puerta, subir las escaleras que tantas veces me acogieron! Allá encuentro la Iglesia tal como era antes, tan hermosa, testigo a su vez de tantas plegarias, de tantas canciones, lágrimas; también de tantos propósitos y compromisos tomados delante del Sagrario.

En sus casi sesenta años de historia en ella se han celebrado infinidad de ejercicios espirituales para los diferentes grupos de Acción Católica; los Cursillos de cristiandad, las Semanas impacto, Encuentros matrimoniales de fin de semana, convivencias parroquiales, encuentros de vida consagrada, jornadas de estudio y reflexión social… En mis años de cura joven me encerré más de setenta fines de semanas con grupos de jóvenes, en aquella experiencia que se llamaban “Cursillos de Jóvenes”. ¿Cuánto bien hacían aquellos encuentros a los jóvenes, que entraban un viernes por la tarde y salían el domingo por la noche ilusionados, locos de contentos, llenos de fe y esperanza, con ganas de ser mejores hijos, mejores estudiantes o trabajadores, que querían vivir más responsablemente sus relaciones de chicos y chicas, ser mejores novios…Dios mío, ¡cuánto bien ha hecho esta casa!

Lo que fue esta casa en el pasado, debe serlo también en el futuro. Ahora tenemos una casa remodelada, espléndida, funcional, acogedora. Si en los años sesenta y setenta sirvió para reavivar nuestra Diócesis, en el año 2009 puede servir aún más. Si los medios de comunicación, la radio, la tele, Internet han invadido nuestros hogares, una razón mayor para acudir a esta casa, que quiere ser un oasis de paz, un lugar para encontrar en profundidad el sentido de nuestras vidas.

Si alguien os invita a ir a esta casa para la actividad que sea, no os lo perdáis, pues merece la pena. De verdad, si no os acercáis a ella, no sabéis lo que os perdéis. Si tanta gente ha confesado con el corazón en la mano que los días más felices de su vida los ha pasado precisamente en ella, ¿Qué razón hay para que no se lo creamos?